La gran desventura
Por Apeiron
Enviado el 15/07/2012, clasificado en Infantiles / Juveniles
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Peligrosamente me guarecía en la selva, o en lo que yo creía que esto era. Por su frondosa vegetación y formaciones de plantas exóticas, arbustos de todo tipo y gigantescos árboles, seguramente aquello era la selva.
Tal cual había oído hablar de ella, infinidad de ruidos nocturnos me intimidaban hasta más no poder. Cada noche se me hacía interminable y cada día moría de calor y de hambre, pero tampoco me animaba a salir al descubierto para ver si allí podía atrapar algún animalito que me sirviera de alimento, pues en esa especie de llanura, en la que distintas especies merodeaban pastando o simplemente correteando de un lado a otro, también aparecían de los otros. Esos feroces y despiadados animales que podían desgarrar tu cuerpo cruelmente y devorarte de la manera más asquerosa jamás vista.
Siempre supe que el más fuerte vive y se alimenta del más débil o del más inofensivo, pero nunca pensé que lo harían de esta manera, haciendo sufrir tanto a sus víctimas, porque una cosa es que te lo cuenten y otra muy distinta es verlo, como quien dice, personalmente.
Y ahí estaba yo, oculto, hambriento y temeroso de poder ser el bocado de algún reptil gigante (porque también esos cuentos los he escuchado), como de alguna fiera despiadada que mordiera más fuerte que yo.
¿Y todo esto por qué? Por la estupidez de haberme escapado de casa. Sí, así de estúpido como suena, después de tantos consejos y advertencias, igual a mi se me dio por probar, pero evidentemente salí perdiendo.
Cambié algunos latigazos y comida segura, por esta interminable desventura.
Ya no se si me quedan fuerzas para volverme al circo. Pero como lo extraño.
Y pensar que allí todos siempre me llamaban: el rey de la selva.
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