Estaba sentada muy còmoda en un banco de la Plaza Bolìvar de Mèrida. De pronto observè un hecho curioso; de inmediato sentì la imperiosa necesidad de escribir lo que mis ojos miraban,extraje del bolso un cuaderno y un bolìgrafo,esbocè una sonrisa y plasmè mis ideas. Me percatè de còmo muchos que pasaban por allì,llevaban telèfonos de varios tamaños,las personas parecìan adictas al uso de esos aparaticos,y tenìan una fijaciòn,por mi mente cruzò la idea de que a los individuos se les podìa comparar con vìctimas de una enfermedad contagiosa,igual a una epidemia,donde jòvenes,mujeres,hombres,personas de la tercera edad,madres con niños tomados de la mano,utilizaban el telèfono celular con descontrol. Algunos preferìan manipular ese "aparato". Ignorando todo lo de su entorno,como fue el caso con mi hija,a quien le preguntè algo unos instantes antes, y,continuò contestando mensajes,sin prestarme siquiera una mìnima atenciòn. Iban caminando unos y otros cual autòmatas,mecànicamente,absortos nada mas en responder y manejar aquel en responder y manejar aquel pequeño instrumento. Frente a nosotras,otros hacìan la misma cosa,marcar teclas una y otra vez,brindando importancia nula a quien lo acompañaba. Estaba sorprendida,conocìa de lo mucho que se manipulaba el telèfono aquì en Caracas, màs sin embargo, nunca habìa visto en un mismo momento a tanta gente hacer uso de algo como pasò con el celular, aquel dìa en la bella plaza de la ciudad andina.
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