Montado en su taxi se dirigía a Madrid con una idea muy clara, el antiguo Inocencio se desvanecería, sólo quedarían de él los recuerdos. El día anterior se afanó en eliminar cualquier rastro suyo, sólo había conservado una vieja maleta con un poco de ropa y otros utensilios de higiene. En la cartera llevaba una foto de Bella cuando era joven y otra un poco más reciente de su hijo, el resto de las fotos las había quemado, a excepción de un par de antiguos álbumes que se había llevado Bella cuando abandonó el hogar familiar. Consiguió deshacerse de todas sus cosas hablando con una familia gitana del barrio más desfavorecido de la ciudad, les regaló todo lo que se encontraba entre esas cuatro paredes, él no necesitaba nada y su mujer ya se había llevado la mitad de lo que un día fue algo parecido a un lugar acogedor y familiar. Ellos terminaron la faena que su ex comenzó, en pocas horas lo habían dejado tal y como lo compraron Bella y él... vacío.
Los pensamientos oscuros le abordaban la mente a la vez que conducía, sentía que ya no podía retener la bestia que se guardaba en su interior. La noche caía en una profunda negrura, él sólo podía ver lo que los faros le dejaban y su mente se inventaba, veía a sus dos víctimas paradas al lado de la carretera, con sus ropas rasgadas llenas de sangre y sonriéndole. Se acordaba de los hechos con pensamientos fugaces que le generaban una placidez que le erizaban el cabello. Corrientes eléctricas le atravesaban con imaginaciones sobre sus futuros actos en una ciudad como Madrid, esta resultaba ser la ciudad perfecta para continuar con su negra adicción. Estaría lejos del agente Rodriguez y de todo aquél que le pudiese reconocer. Cuando llegase cambiaría de nombre y modificaría el taxi, lo tenía planeado al milímetro. También había sacado todo el dinero de sus cuentas bancarias, entre lo del banco y las pocas cosas que pudo vender consiguió reunir cerca de 80.000 euros que le servirían para vivir durante unos meses, buscarse un alojamiento discreto y realizarle los arreglos necesarios al taxi. El cambio de identidad lo haría utilizando su propio DNI, había estado horas delante del ordenador buscando cual era la mejor manera de falsificar documentos. Esta parte necesitaba hacerlo sólo, su llegada a la capital sería como un nuevo renacer, allí nadie le conocería. Aunque aún no había oído la noticia de la aparición del cadáver de Marisa, en Sevilla el ambiente ya estaba muy caliente y la policía, por el asesinato de Sara, le seguía la pista pisándole los talones. Cuando apareciese la segunda víctima irían a por él con toda su fuerza, por eso tenía que desaparecer del mapa.
A la vez que empezaba a encajar todas sus ideas una sensación agradable de libertad comenzaba a recorrerle la piel. Por primera vez en su vida se sentía completamente libre, había cortado con un machete todas las ataduras que le unían a la ciudad de Sevilla, ahora comenzaría una nueva vida lejos de la mirada curiosa de los vecinos de su antiguo barrio, podría perderse entre la multitud como una hormiga más en la gran ciudad.
Sumergido en sus pensamientos, las luces de un club de carretera le sacaron de su nube obscura. El deseo empezaba a devorar su estómago de nuevo, necesitaba desahogar y celebrar su nueva etapa. En uno de esos clubs de carretera llamaría mucho la atención, aunque por la hora que era y la cantidad de coches aparcados que había a las afueras intuía que el local estaba completo, así que continuó la marcha al igual que proseguían en aumento las ganas de saciar su sed de celebración. A los pocos minutos vio un desvío hacia un polígono, ya estaba llegando a capital y era de conocimiento popular entre los trabajadores del servicio público que en los espacios industriales de las grandes urbes siempre hay prostitución callejera. Bajo el amparo de la noche en lugares como estos todos los que acuden intenta no ser vistos y no quieren reconocer a nadie. El reflejo de los faros hacía aún más difícil averiguar la marca de los coches y mucho menos a los conductores, era el sitio idóneo para subir a una mujer indefensa al taxi.
Dio un par de vueltas por las calles antes de elegir su víctima, finalmente se decidió por una mujer de color que parecía tener unos 23 años. Paró a su lado y la chica se le acercó a la ventanilla:
-¡Que necesitas mi amol!- La chica parecía ser dominicana- Te hago lo que quiera por 60 euritos guapo.
-Pasa atrás, vamos a una calle un poco más apartada.- Lo dijo con una voz profunda, estaba tenso pero tranquilo, la víctima no podía ser más fácil.
-Lo que tú digas cariño, pero yo no voy más lejos de aquella calle.
La chica se subió a la parte trasera e Ino empezó a dirigir el auto hacía el lugar que le había indicado. Una vez aparcaron se pasó a la parte de atrás y se sentó a su lado sin apenas rozarla. Ella se le echó encima en seguida, se notaba que el tiempo era oro, le puso una mano en la entre pierna y comenzó a bajarle la bragueta. Ino estaba inmóvil, el sudor le caía por la frente a chorros y sus pensamientos sádicos le golpeaban el cerebro al son de los latidos del corazón.
Se relajó cuando sintió el suave tacto de su lengua en el prepucio, en ese momento tenía ganas de sentir un placer más intenso, la felación era algo muy superficial, el necesitaba calmar el fuego que le quemaba por dentro así que le puso una mano sobre la cabeza y empezó a apretar con todas sus fuerzas hasta que la chica ya no podía respirar. La prostituta empezó a intentar zafarse de él y sacar su miembro viril de la garganta, Ino consiguió agarrarle las dos muñecas por la espalda con una mano y con la otra seguía apretando cada vez más. Ella, empezó a entrar en pánico, cerró la mandíbula con todas sus fuerzas para que la soltase, Ino, bajo un dolor infernal la agarró de los pelos y tiró hacía atrás. El brusco movimiento hizo que los dientes desgarraran un pequeño trozo de su miembro, una fuerte excitación se apoderó de él al ver la boca de la mujer llena de sangre de su polla.
Sentía el poder que tenía en ese momento, le agarró la cabeza con las dos manos y le dio un mordisco en el labio hasta arrancarle un pedazo de carne, después le propinó un fuerte golpe en la cara que le dejó inconsciente.
El dolor que sentía Ino se había desvanecido gracias a la adrenalina que corría por sus venas mientras masticaba el pedazo de labio de la puta, sin embargo, era consciente que si no se curaba su herida tendría un grave problema. Por otro lado, como seguíese mucho más tiempo ahí los chulos que vigilan a las prostitutas sospecharían. Apresurado la sacó del coche con una patada, ella calló inconsciente, él pasó adelante y arrancó saliendo a toda velocidad
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