La estela de su perfume flotó por un instante en el andén. Su vestido azul pegado al cuerpo le inspiró el último suspiro que guardaba, mientras sus pestañas parpadeantes dejaban de mirarlo por anteúltima vez.
Su perfecta figura comenzó a alejarse taconeando pasos cortos pero firmes y su silueta era penetrada por miles de ojos que no deseaban dejar de reposar en ella.
A la distancia giró medio cuerpo para mirarlo por última vez, le regaló una sonrisa que llenó su alma, sacudió su negro y lacio cabello como cuando se levantaba de su cama y se alejó rápidamente perdiéndose entre la multitud que pugnaba por un lugar en el tren de las cinco.
Cinco años habían transcurrido desde aquella despedida y en ese lapso, cinco fueron las mujeres que ocuparon su lugar acompañando su soledad y sus silencios, pero ninguna fue correspondida en el amor que le brindaban.
Cinco meses de haberla amado tan intensamente fueron suficientes para secarlo de sentimientos por el resto de sus días y sus esfuerzos por ya no recordarla parecieron esfumarse en cada intento.
Cinco pisos lo separaban del olvido. Cinco minutos le llevó terminar su whisky. En cinco segundos revivió todos sus besos. Cinco baldosas impactaron con su cuerpo.
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