- ¿Qué puedo esperar de ti? - dije sin querer escuchar la respuesta que tanto anhelaba.
- Nadie mejor que tú puede saberlo; de mí obtendrás liberación, y la solución a esa incógnita que te ha rondado la cabeza desde que tienes uso de razón, pero no cuando tu quieras, sino cuando sea necesario. Aún no es momento de que nos conozcamos, porque no estamos preparados para que nuestros caminos se crucen.
Si compartiésemos ahora lo que tanto añoras, terminarías arrepintiéndote de lo que no hiciste cuando aún no estábamos juntos.
- Ya lo sé, pero te amo, quiero estar contigo para siempre, todo me parece vacío y sufro constantemente viendo una invitación en cada mirada o en cada roce fortuito con una mujer. No sé estar solo, aunque domino ese estado como nadie. Por eso te necesito, para que rellenes ese hueco en mi pecho...
- Es todo un halago, pero te equivocas amor, no soy todo lo que crees que soy, seguramente te desilusionará mi compañía. Debes aprender a no ver una invitación pero tampoco un rechazo, mucha gente te aprecia más de lo que imaginas, pero te has autoconvencido de lo contrario por un amor ciego hacia mí. Ese amor no te conviene, porque tengo muchos pretendientes y sufrirías irremediablemente,....ahora VETE.
Dicho esto me dio una bofetada y caí pesadamente sobre la cama, mareado y con náuseas. Todo a mi alrededor era confuso y estruendos mecánicos y sonoros pitidos rodeaban toda la habitación. Noté de inmediato que me costaba mucho tragar y pronto me di cuenta de que un enorme tubo plástico salía de mi garganta. Entonces asimilé la situación y recordé la conversación con mi amada. Mis ojos se dirigieron a mis muñecas y se encontraron con la prueba de mi desamor en forma de dos cicatrices perpendiculares a los dedos con los que siempre había querido tocar las estrellas...
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