LA VERDAD DE UN OFICIO

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Andrea López Zanón.- Hace ya algunos años que no descanso. Pero bueno, una se acostumbra y, al fin y al cabo, tampoco es que sea lo peor de este trabajo.Suelo divagar de aquí para allá: conozco países, culturas diferentes, personas nuevas… pero intento no encariñarme demasiado. Al fin y al cabo siempre termino haciéndome daño, y cuando aprendí el secreto de este oficio me di cuenta de que eso es algo que no puedo permitirme. 

En mi día a día intento pasar desapercibida. No me gusta llamar la atención. La gente siempre se escandaliza cuando tan solo oye hablar de mi, ¡imagínate si me vieran! Sería una gran decepción para mi. Pero, a pesar de todo, no siempre lo consigo. Alguna vez me he encontrado con gente que, al pasar por su lado, perciben mi presencia, se dan cuenta de que estoy allí. Entonces miran a todas partes con gesto de preocupación, se ponen la mano en el pecho para intentar tranquilizar su corazón y, cuando ven que no hay nada raro a su alrededor intentan retomar lo que estaban haciendo como si no hubiera pasado nada. Esa gente es especial, pero algún día me darán un disgusto. Verás…

La verdad es que, últimamente, tengo bastante trabajo. La crisis también nos afecta (¿quién iba a pensar que también nos afectaría a nosotros? Me pregunto yo) y el de arriba ha decidido recortar el personal para evitarse los salarios. No doy abasto, no tengo ni un minuto para sentarme, pero no me quejo. Yo con tal de tener trabajo…

Ahora tengo un caso entre manos que me está cansando bastante. Estoy en Irán. El clima es agradable, aunque hace un poco de calor. Pero lo prefiero antes que el frío de los países del norte, donde suelo ir muy a menudo. Noto el ambiente un poco cargado en la casa a la que me han enviado. Bueno… casa, es una especie de refugio casero. Siempre lloran, y las dos o tres personas que suelen estar por aquí andan muy nerviosas de un lado para otro. Acostumbran a gritar, pero yo prefiero no escuchar lo que dicen porque, como os he confesado antes, tengo que evitar todo lo que pueda hacer que me encariñe con las personas. Es lo mejor para mi.

Ya estoy aquí cuatro días, y la situación es crítica, pero está bastante controlada. Odio que no me dejen hacer  mi trabajo, siempre ponen un empeño sobrehumano en los cuidados de la gente. Pero bueno, yo he de cumplir con mi labor cueste lo que cueste. Las noches no son demasiado agradables, la chica no para de llorar mientras la persona que siempre está junto a ella la acaricia suavemente, como si no quisiera hacerle daño en los moretones del cuerpo. Pero, ¿para qué? me pregunto yo, si total, lo que tiene que pasar pasará… Una vez más parecen no entender nada. En fin, yo intento acomodarme y dejar que pase el tiempo.

Ya llevo aquí una semana. Estoy desesperada. Me aburro muchísimo. Siempre es la misma historia. Lloros, nervios, gritos… y yo aquí, sin poder separarme de la chica. Busco pasatiempos, pero no hay nada que hacer.

¿Sabéis? Ya está bien. Por una vez me saltaré las normas. Voy a tratar de enterarme de las cosas, a ver si con un poco de suerte me despejo y consigo entretenerme.

Al parecer, la chica por la que me han enviado ha recibido una paliza por parte de su marido. No me había fijado en su cuerpo, pero al decir verdad está bastante magullado, incluso tiene algunas heridas que todavía sangran. Empiezo a entender por qué llora tanto.

Por lo que he podido escuchar, el marido y la familia ya la dieron por fallecida cuando todo ocurrió, ¡incluso se ha celebrado su funeral! ¿Veis? Eso sí que no lo entiendo… Aunque sí explica que estemos en este habitáculo tan pequeño y que siempre entren y salgan las mismas personas. Todo es un poco raro.

También he  oído que están preparando una especie de “viaje huída” para llevarse a la chica lejos del país. La persona que la cuida tanto y que no se separa de ella ni un segundo la acompañará. La verdad que no sé si podrán hacer ese viaje… aunque, mira, si salimos de aquí, por mi, mejor que mejor.

No termino de ubicar a las otras dos mujeres que entran y salen de la habitación. Creo que serán familiares cercanos, porque arriesgan mucho inmiscuyéndose en este asunto. Se portan muy bien con la chica, se encargan de traer comida, agua, medicamentos… Parecen buenas personas.

Cuando la curan los gritos son cada vez más alarmantes, y la persona que la acompaña se ve tremendamente deteriorada. Creo que empieza a darse cuenta de que no hay nada que hacer.

Por fin llega el día. Ya han pasado dos semanas y es el momento de dar por finalizado mi trabajo.

La chica ha muerto. He de llevarle su alma al de arriba. Pero… pasa algo raro. A diferencia de otras veces, hoy me siento deprimida. Creo que estoy triste, pero no podría deciros, como nunca he sentido la tristeza… Cuando me acerco a la chica veo una cara realmente hermosa. Sus ojos siguen abiertos, y son de color miel azulada, un color que no había  visto antes. Lástima que algunos moretones alteren la armonía de su piel blanquecina. En fin, he de resignarme.

Por fin sale el alma de su cuerpo. No puedo explicar lo que siento. Creo que… bueno, no lo creo, estoy triste, me da pena que la chica haya muerto por culpa de su marido. Cuando se acerca a mi me mira con cara extraña, pero parece entender todo lo que pasa. Yo, en cambio, necesito saber la historia, necesito saber por qué ha tenido ese final.

– ¿La mujer que estaba junto a mi? Era la hermana de mi marido… Y la mujer de mi vida.


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