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Desde siete caminos distintos,
salvando aldeas desparramadas,
los siete jinetes malditos,
se dirigen a la cima encantada.
La suerte los encamina hacia la cumbre,
donde les espera una engañosa sorpresa,
que aportará a todas sus dudas lumbre,
y donde tan sólo uno cumplirá su promesa.
El Bando Real aún estaba expuesto,
en todas las Plazas mayores del reino,
buscando al mas valeroso y apuesto,
que a su Majestad diera un nieto con apremio.
Pocos kilómetros faltaban,
para llegar a la Cima del fuego,
donde el poderoso Dragón esperaba,
afilando sus garras con celo.
De los siete sólo atravesaron dos,
la muralla donde la bestia se agazapaba,
el miedo pudo más que el amor,
forzándoles a batir en retirada.
Ambos rivales acometiendo con valor,
al Dragón intentaban sacar de su cueva,
uno luchaba por su amor,
el otro por lo que el reinado conlleva.
Siendo la fuerza el poder,
que, aún, el viejo monstruo guardaba,
armados intentaban desproteger,
a la bestia de su consolidada morada.
Tras horas de lucha encarnizada,
entre escombros, lanzas y llamaradas,
el joven amante contra ambos luchaba,
mermando unas fuerzas necesitadas
Cuando la lanza de su rival su brazo atravesó,
distraído por la cercanía de la bestia,
nervio, al recuerdo de su amada imploró,
para acabar triunfante dicha gesta.
Desde la altiva torre, y preocupada,
la princesa su plegaría escuchó,
rezando con fuerzas y entregada,
todo su amor a la cima envió.
Desde la majestuosa atalaya observó,
los resplandores que la lucha emitía,
hasta que refulgencia, súbita, desapareció,
y a la espera, su alma quedó baldía.
Todos los pueblos del pequeño reino,
celebraron el final del desafío,
con cánticos alegres y aún con el temor,
de ver aparecer a quien les producía tanto hastío.
Un solitario caballo blanco asomó,
entre la bruma reinante en palacio,
más del Rey su sonrisa se apagó,
por no ver recompensado su presagio.
Muchos años pasaron desde aquel día,
donde muchas canciones y versos se crearan,
sobre aquel Rey que tan sólo quería,
un alegre nieto que su vejez acompasara.
Nunca se supo en verdad que sucedió,
de quien fue, realmente, muerto por quien
más aquella cumbre en mágica se convirtió,
y en inolvidable épica leyenda los tres.
salvando aldeas desparramadas,
los siete jinetes malditos,
se dirigen a la cima encantada.
La suerte los encamina hacia la cumbre,
donde les espera una engañosa sorpresa,
que aportará a todas sus dudas lumbre,
y donde tan sólo uno cumplirá su promesa.
El Bando Real aún estaba expuesto,
en todas las Plazas mayores del reino,
buscando al mas valeroso y apuesto,
que a su Majestad diera un nieto con apremio.
Pocos kilómetros faltaban,
para llegar a la Cima del fuego,
donde el poderoso Dragón esperaba,
afilando sus garras con celo.
De los siete sólo atravesaron dos,
la muralla donde la bestia se agazapaba,
el miedo pudo más que el amor,
forzándoles a batir en retirada.
Ambos rivales acometiendo con valor,
al Dragón intentaban sacar de su cueva,
uno luchaba por su amor,
el otro por lo que el reinado conlleva.
Siendo la fuerza el poder,
que, aún, el viejo monstruo guardaba,
armados intentaban desproteger,
a la bestia de su consolidada morada.
Tras horas de lucha encarnizada,
entre escombros, lanzas y llamaradas,
el joven amante contra ambos luchaba,
mermando unas fuerzas necesitadas
Cuando la lanza de su rival su brazo atravesó,
distraído por la cercanía de la bestia,
nervio, al recuerdo de su amada imploró,
para acabar triunfante dicha gesta.
Desde la altiva torre, y preocupada,
la princesa su plegaría escuchó,
rezando con fuerzas y entregada,
todo su amor a la cima envió.
Desde la majestuosa atalaya observó,
los resplandores que la lucha emitía,
hasta que refulgencia, súbita, desapareció,
y a la espera, su alma quedó baldía.
Todos los pueblos del pequeño reino,
celebraron el final del desafío,
con cánticos alegres y aún con el temor,
de ver aparecer a quien les producía tanto hastío.
Un solitario caballo blanco asomó,
entre la bruma reinante en palacio,
más del Rey su sonrisa se apagó,
por no ver recompensado su presagio.
Muchos años pasaron desde aquel día,
donde muchas canciones y versos se crearan,
sobre aquel Rey que tan sólo quería,
un alegre nieto que su vejez acompasara.
Nunca se supo en verdad que sucedió,
de quien fue, realmente, muerto por quien
más aquella cumbre en mágica se convirtió,
y en inolvidable épica leyenda los tres.
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