Enseñar para aprender a aprender
Por wonderingleo
Enviado el 10/09/2013, clasificado en Reflexiones
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Dicen que por cada persona que quiere enseñar hay unos treinta que no quieren aprender y eso es algo que me llama la atención.
¿Dónde está el fallo? debe de estar en algún sitio, en el sistema, en la sociedad, en las personas o incluso en el mismo talante del ser humano. Si fuéramos autodidactas, lo entendería, pero no lo somos.
La educación es uno de los oficios más complejos y difíciles del mundo. Se debe enseñar pero no pecar en el abuso de autoridad ya que el respeto se gana con el respeto y nunca confundiéndolo con el miedo.
Muchos profesores se jactan de que sus alumnos lo respetan mucho, quizá no lo respeten sino que le teman; le tengan miedo y eso veta muchas posibilidades a la enseñanza, a que un alumno pregunte lo que no sabe o a que simplemente muestre su punto de vista sobre algo por si es muy particular o raro según otras opiniones ajenas.
Un profesor al que nadie le tose tal vez no sea un profesor respetado, sino temido y seguramente muy despreciado y odiado a sus espaldas.
Educad a los niños y no tendremos que castigar a los hombres decía Pitágoras. Es desde ahí de donde hay que partir; desde la infancia, inculcando valores y tolerancia, abriéndoles los ojos a la verdad y a la pluralidad de opiniones y es tarea del docente llevarlo a cabo, domar ese caballo salvaje que son los sentimientos de los adolescentes, torearlos si es necesario, aunque siempre con una crítica constructiva y nunca marginante, adoptando todos los puntos de vista posibles e intentando comprenderlos.
El docente debe hacer que los alumnos se sientan a gusto en clase y que no se den cuenta de que están aprendiendo hasta que sea demasiado tarde. Enseñar y entretener a la vez; es difícil pero posible porque eso se encuentra en la misma naturaleza del profesor.
Ya sé que es difícil la enseñanza y más en estos días porque la docencia implica un doble trabajo: enseñar y educar y si uno va con pocas ganas a trabajar, más difícil es que intentes trabajar y no te dejen. Eso no ocurre en una oficina, un supermercado o en cualquier otro sitio, no obstante en clase es algo muy habitual.
Espera, creo que me he desviado. La pregunta era algo así como: Si tuvieras que diseñar al profesor ideal ¿Cómo lo harías? Pues creo que ya lo he respondido. Parte de ese profesor ideal está en ser él mismo, en no intentar adoptar un papel muy distinto al que en realidad es su personalidad. No solo acercarse al alumnado sino meterse en él, ser parte de ellos, respetar para ser respetado, no temido; que un tú a veces lleva una carga de respeto mayor que un usted. Convivir en la tolerancia, buscar alternativas, todas las opciones pueden ser válidas si son racionales y morales, no sólo ver la realidad tras las gafas semicaidas del profesor sino también a través de los ojos cristalinos, vivos y, a veces, rebeldes de los adolescentes que tenemos percepciones distintas, pero no peores. Comprendernos y guiarnos, puesto que a veces vamos ciegos por el mundo y, sobre todo, enseñarnos para que nosotros aprendamos a prender. Ser sinceros con nosotros con frases tales como: Mirad, esto puede ser aburrido, pero intentaré hacerlo ameno con vuestra ayuda. Que no nos engañen con frases como: Esto es muy importante y hay que estudiarlo tal cual. Compartir con nosotros la dificultad del temario, acordarse de cuando estaban en el otro lado de la clase y hacernos comprender que si su trabajo es enseñar, el nuestro es aprender y cuando seamos mayores, ya decidiremos si queremos seguir aprendiendo o no.
¿Mi profesor ideal? Un profesor, porque esa palabra ya lleva implícitos todos los conceptos anteriores.
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