Denunciar relato
Me asomé a ese especie de precipicio, al que me habían llevado a la fuerza, y me dio miedo.
Había llegado hasta allí con mis ojos cerrados, y no entendía porque debía arrojarme a ese vacío.
Si bien había visto que otros se tiraron sin pensarlo, yo no quería ser parte de esa locura.
Después de la insistencia de todos los que miraban desde abajo, y con un empujoncito de por medio, me arrojé llorando, con los pies hacia delante.
Con mis cinco años recién cumplidos, no comprendía lo que era un tobogán, pero al de esa plaza, el que me hizo perder el miedo a la vida, lo disfruté libremente por cinco años más.
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