Había una vez una chica. Tenía una enfermedad en la piel que los médicos nunca habían podido tratar. Vivía infeliz por el echo de no poder salir al calle sin que la mirasen, sin que la señalasen con el dedo, sin que la mirasen con pena..., sin que se riesen de ella.
La única vida social que experimentaba, a parte de la familiar, era el uso que le daba a internet. Acostumbraba a entrar en chats, jugaba juegos online, se podría decir que llevaba una vida virtual.
Uno de esos días tristes, en los que estaba mas decaída, buscó por internet remedios para su problema, pero como muchas otras veces no encontró una cura. Entonces, decidió buscar un remdio menos convencional, una cura ficticia por llamarlo de alguna manera. Era consciente de que la magia no existía, pero las fantasías la ayudaban a sentirse mejor.
Tras horas sin tener éxito en su búsqueda, encontró un post en un foro, "Las arenas mágicas de Uruh". Leyó en el post la leyenda de esas arenas y encontró lo que andaba buscando. Se trataba de una cueva inaccesible en una gran montaña. Esta montaña estaba cubierta de arena, y en la cima tenía un gran manantial rebosante de agua que al filtrarse por la montaña hasta la cueva hacía que se acumulara en la cueva arena mezclada con barro. Y esa mezcla, cuenta la leyenda, que se volvió curativa por la magia de la montaña.
La chica no se quedó satisfecha con solo tener la información, quería saber donde estaba esa montaña, quería ir allí y untarse aquella mágica mezcla.
Su búsqueda dio resultado. Encontró a un arqueólogo que en su página web hablaba de la leyenda de la arena mágica de Uruh, y anunciaba su próxima expedición. La chica emocionada contactó con el arqueólogo y le contó su historia, el por qué quería acompañarle en su aventura, y el arqueólogo, emocionado por la historia de la chica, aceptó llevarla con él.
Un mes mas tarde estaba todo preparado. El arqueólogo, un guía y la chica comenzaron su aventura hacia la montaña. No les resultó difícil llegar allí, lo complicado fue encontrar la cueva. Pasaron 2 días explorando la montaña hasta que al fin la encontraron.
Entraron a la cueva por un hueco en la montaña adornado por dos columnas, una de las cuales estaba cubierta de un líquido viscoso y negro.
Al entrar encendieron varias lámparas de aceite, una cada uno, y así pudieron ver el estrecho túnel. Caminaron durante horas y el túnel cada vez se hacía mas estrecho, hasta que llegaron a una extraña y corta escalera pegada a la pared. Esta escalera llegaba a una pequeña sala iluminada por dos extrañas luces. Al fondo de la sala se podía ver un hueco en la pared de gran tamaño, y bastante alto, y una bañera de barro en el centro de la sala. La chica bajó las escaleras y se dirigió a la bañera y observó como caían del techo de la sala gotas espesas de una extraña sustancia. La sustancia era negra, parecía tierra mezclada con agua, arena y aceite de motor, sin pensarlo empezó a untársela por todo su cuerpo.
El arqueólogo se dirigió al hueco en la pared. Al pasar, vio un largo pasillo cubierto de la misma sustancia negra y viscosa que vieron en la columna, en la entrada de la cueva. Al acercarse la sustancia se levantó del suelo, transformándose en un gran dragón negro.
El arqueólogo salió corriendo hacia fuera, donde estaba la chica, gritando a los demás que corriesen. Para su sorpresa, el guía ya había desaparecido, como si supiera qué había en la cueva.
Antes de que el arqueólogo llegase a la escalera, el dragón abrió la boca y expulsó una cantidad enorme de ese líquido viscoso y negro, envolviéndolos a los dos, dejándolos inconscientes.
Cuando despertaron se encontraban en una cama, cada uno a un lado encima de la almohada, y el dragón, ahora convertido en una masa deforme y negra, se encontraba dormido entre los dos.
Frente a ellos se encontraba un espejo en que pudieron ver su nuevo aspecto. El arqueólogo se había convertido en un muñeco pequeño y gordo, vestido con un traje de rayas verticales negras y blancas. Sus ojos eran dos pequeños puntos negros que limitaban con el sombrero de rayas horizontales blancas y negras.
La chica se había convertido en una muñeca delgada y pequeña, vestida con un vestido de rayas verticales blancas y negras, y su pelo era largo y negro con mechas blancas.
La chica sonrío al ver su aspecto, y así terminó su historia, haciendo realidad su sueño de una forma bastante particular.
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