¡Vamos a ver! Tengo seis patas, dos antenas, una cabeza, que en comparación con mi cuerpo, es grande y dos mandíbulas poderosas. Además, soy negra. Es por eso que me llaman la hormiga, pero hay una chica en clase que simplemente me llama Carolina, que es mi verdadero nombre. A ella la llaman la gallina porque empolla a todas horas. Estarás pensando ¿esto es una granja o un colegio? Es un colegio. Es mentira que tenga seis patas o mandíbulas poderosas, aunque es verdad que soy un poco cabezona y negra, es por ello lo de mi apodo. La gallina dice que lo que tengo de hormiga es mi tesón y mi trabajo duro diario, el querer superarme un poco más cada día y también el seguir, sin razonar, a mi pandilla porque en ella está la hormiga reina a la que hay que alagar y aceptar sus decisiones, aunque la mayoría de ellas sean desacertadas. Ella, como es una gallina, no forma parte de nuestro grupo. ¿Dónde va una gallina con una hormiga? A ningún lado, por supuesto.
Nosotras, las hormigas, organizamos fiestas con alcohol, ¿qué sería de una fiesta sin alcohol? Sin vómitos, no hay diversión. Sin mareos no te acercas al chico que te gusta, ni te atreves decirle cosas sinceras cara a cara, aunque al día siguiente no te acuerdes de lo que has dicho o lo que has hecho o con quien te has liado. Son fiestas muy divertidas, nos ponemos en una hilera para llenar nuestros vasos con alcohol y un poco más de alcohol. El alcohol sin alcohol no mola y, por supuesto, un cigarrillo le da más glamour. Si nos miras desde arriba, en la oscuridad de la noche, sí que parecemos una hilera de hormigas que se adentran a un hormiguero y, en su centro, nuestra líder, la hormiga reina, que es quien se dedica a repartir lo que hemos comprado previamente en una tienda que nunca cierra.
Mientras tanto, la gallina en su casa empollando sus huevos para que se conviertan en sobresalientes. ¡Pobrecilla! A mí me da un poco de lástima, está sola. Ni tan siquiera tiene polluelos que la sigan. Le digo muchas veces: Vente con nosotras, lo pasarás bien. Ella responde que para nosotras es un rara avis. Yo no sé qué es un rara avis, pero supongo que tiene que ver con algo de las gallinas. A pesar de ser rara, es la única que me comprende y me llama por mi nombre. Me explica que soy la única que sabe lo que hace, que entiendo la sinrazón de mi comportamiento, pero yo no puedo dejar a mis amigas, ¿qué hago yo sola? Me habla del individualismo, de ser uno mismo, de tomar decisiones propias y no acatar la de las demás sin un previo análisis situacional. ¿Qué es eso? Me cae bien y por ello he decidido mandarle esta nota sin que las otras lo sepan:
Gallina, bueno Encarni, esta vez voy a llamarte por tu nombre, eres una chica que mola mazo y me gustaría que vinieras con nosotras, este viernes por la noche, a nuestra fiesta. Habrá chicos, música y, claro, mucho alcohol. Si no te gusta el alcohol, (tú te lo pierdes), tráete un refresco. No te preocupes, he hablado con las demás y están de acuerdo en darte una oportunidad No me falles. Te esperamos.
Encarni guardó la nota, una lágrima recorrió su mejilla, sorteó sus labios y se precipitó al vacío, como anteriormente lo había hecho su amiga, la hormiga. Ella no fue a la fiesta, no se atrevió a enfrentarse al bullicio, ni a las risas, ni a los chicos, ni a una realidad que le era demasiado aterradora, que no se correspondía con las libres fantasías que solía leer y las historias bonitas que en ellas se contaban. No fue, no encontró valor, eran muchos años viviendo en su mundo interior para enfrentarlo con el real, pero decidió hacer un gran esfuerzo ese día. Un triste y soberbio esfuerzo. Enfrentarse a la noche, salir de casa e ir a visitar, para darle un adiós a su única amiga, la hormiga, en el tanatorio y velarla con el resto de sus amigas.
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