Tormentos y destinos encontrados,
el paraíso y el jardín que ya florece
en cada historia suburbana de vivencias,
que vuelca la ciudad con fuerza oculta
como esa catarata de hojas libres,
que caen a los pies en cada otoño
presagiando la ilusión de un vuelo eterno.
En un encierro con pasajes de esperanza
se encuentra un cielo iluminado que refleja
solemnemente los deseos que se estrellan
en ese techo que provoca tantos sueños,
que en perspectiva va amenguando injustamente
hasta soltar los pensamientos y perderse.
Mientras esperan los sonidos de la mente,
volcar ruidosos, ansiosamente y sin nostalgias
los sentimientos que en un cuerpo se desvelan,
por recorren hasta otro cuerpo que en el tiempo
y a la distancia, espera esquivo una caricia
que descubra, pacientemente sus delirios y su suerte,
para no caer tan tristemente en el olvido.
Mezclando entonces admirado una sonrisa,
que acompañando con orgullo a una mirada,
va descubriendo en su interior lo que anhelaba
y se despoja imperturbable de su angustia,
al penetrar tan libremente en otra vida
que sin saberlo desde su alma lo esperaba.
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