RECUPERAR LA ESPERANZA I - La Elección Equivocada
Por Franki Costello
Enviado el 12/08/2012, clasificado en Drama
2124 visitas
Aquel día otoñal, hacía justo cuatro años y seis meses que Manuel Pedraza Espina había perdido a la que fuera su esposa durante dos años. En ese momento, estaba embarazada de siete meses.
Fue entonces, cuando Manuel se hizo una gran cantidad de preguntas, muchas de ellas, sin respuesta. Pasó un auténtico calvario repleto de incertidumbre, momentos de angustia, culpabilidad y noches sin dormir. Menos mal que su familia y su grupo de amigos estuvieron en todo momento a su lado, por lo que se sintió gratamente apoyado y reconfortado. A pesar de ello, sería necesario mucho tiempo antes de que, por fin, asumiera su nueva situación.
Manuel, desde aquello, tenía una apariencia física muy peculiar. Era la de una persona muy frágil, endeble, casi demacrada. Por otra parte, no prestaba demasiada atención a su imagen, a su aspecto, mostrándose, por lo general con ropa informal, sin planchar y muy usada, incluso en actos o eventos que requerían una indumentaria más seria, casi de etiqueta. A menudo solía vérsele desaliñado y con barba de varios días.
De todas maneras, en la oficina, como funcionario en el Departamento de Recursos Humanos, estaba considerado un trabajador excelente, responsable y muy meticuloso en sus tareas. Tal vez, este, el trabajo, era su único y verdadero lugar de escape, de evasión. Sus compañeros le valoraban considerablemente y solo tenían buenas palabras hacía él.
Aquella mañana, se levantó, desde luego, sin imaginarse lo que esa jornada le iba a deparar. Su vida, era muy probable que estuviese a punto de dar un giro inesperado. Ahora, precisamente ahora; que ya, por fin, se sentía bastante resignado.
Una vez que desayunó, se dirigió, como de costumbre, a la parada de autobús, situada a escasos metros de su casa. Al poco rato llegó su línea por lo que se subió y tras abonar el billete al conductor, fue avanzando por el pasillo hasta los últimos asientos, ya en la parte de atrás, puesto que eran los únicos que quedaban libres.
- ¡¡ Uffffff !!. Hoy va lleno, ¡qué agobio! pensó -
Ese, ese era otro aspecto destacable de nuestro amigo: las multitudes, las masas, le abrumaban, le angustiaban; entre mucha gente, se mostraba, más que incómodo, sentía auténtico pavor, pánico diría yo. De cualquier aglomeración, intentaba siempre salir pitando cuanto antes.
Una vez acomodado, apoyó suavemente su cabeza sobre la ventanilla, como intentando evadirse, para estar más relajado y olvidarse de la presencia de los demás pasajeros. Así se sentía mejor. Observaba a las personas que veía por la calle o que estaban esperando.
- Es curioso, a estas horas de la mañana todo el mundo lleva prisa. Todos van corriendo. Y, total, ¿para qué?; seguro que algunos no tienen claro de hacia dónde se dirigen, - pensaba -
De pronto, su mirada se detuvo. Algo le llamó la atención. Una niñita pequeña, preciosa, de cabello largo y rubio platino, con unos bonitos tirabuzones que le daban una apariencia de muñeca, de muñequita de porcelana. Jugueteaba con un osito de peluche, el cual tenía un gorro de color rojo con un nombre bordado en letras grandes y amarillas en su parte frontal: TOMY. La chiquilla lo sujetaba en su regazo y, por la forma en cómo gesticulaba, daba la impresión de que estaba teniendo con él una animada e interesante conversación. Pero, al rato de estar observando esta bella escena, Manuel, se sorprende enormemente al ver que la madre de la pequeña, parece distraída, hablando con algún conocido mientras se fuma tranquilamente un cigarrillo, sin prestar la más mínima atención a su hija.
- Entre tanta gente, cualquiera puede cogerla y la madre, ni se entera, - pensó - ¡qué irresponsable!
De pronto, Manuel, se percata de que la niña ha dejado de hablar con su amiguito y, ahora, él es su foco de atención. Desde su cochecito, le mira. Le observa. No le quita ojo. Nuestro protagonista, al darse cuenta de ello, le esboza una ligera pero muy tierna e intensa sonrisa, a lo que la pequeña responde lanzándole un besito con la mano. ¡Qué agradable momento para Manuel!. Se siente abstraído, ensimismado ante aquella situación. Siempre le habían encantado los niños pero, desde que le habían comunicado que, Isabel, que así se llamaba su mujer, había perdido al bebé durante el parto, sentía un cariño muy especial hacia ellos. Eran su debilidad. ¡ Cuántas veces había soñado con lo maravilloso que hubiese sido que su hijo se hubiera logrado y que pudiera tenerlo con él para cuidarlo y educarlo!. Todo habría sido muy diferente.
- ¿Está ocupado?
De pronto Manuel, se ve interrumpido por alguien. Parece que desea sentarse a su lado. Se trataba de una chica de poco más de veinte años, vestida de una forma un tanto rara, muy diferente a las demás jóvenes de su misma edad, con una especie de túnica morada. Llevaba en las manos lo que parecía ser un porta-folios y un pequeño libro de tapas gruesas, similar a un misal. La mira, casi sin reaccionar, sin estar muy seguro de lo que quiere.
- Le digo,que ¿si está ocupado?, - insistió la chica -
Manuel,entonces,movió ligeramente la cabeza en señal de negación y la joven tomó asiento.
Cuando volvió a mirar por la ventanilla,pudo ver que la niña y su madre ya no se encontraban en el mismo sitio.Las buscó con sus ojos rápida y desesperadamente entre la muchedumbre y, por fin, vio con dificultad como se alejaban del lugar.La pequeña se había dado la vuelta y estaba subida encima del cochecito,de pie, mirando hacia el autobús, donde estaba su nuevo amigo.Por fin, cuando casualmente sus miradas se cruzaron,ambos levantaron sus manos en señal de despedida.Poco a poco la pequeña y su madre, desaparecieron entre el gentío, perdiéndolas de vista.En ese momento,el vehículo se puso en marcha.
A partir de ahí, Manuel,con la mirada casi perdida,se limitó a observar las calles de su ciudad,los coches,los grandes edificios de apartamentos,la gente que, como él,se trasladaba a su lugar de trabajo, En otros tiempos, le gustaba soñar, tener ambiciones, proyectos, hacer planes.Ahora ya no. Desde que Isabel había comenzado aquellas clases de yoga para hacer más llevadero su embarazo y tener un parto sin grandes complicaciones,todo había cambiado. Esas clases y las personas que las impartían fueron el principio del fin para Manuel y todas sus ilusiones. Su vida,a partir de ahí,comenzó a experimentar un rápido y profundo cambio.
De pronto, el autobús se detuvo en la siguiente parada.En ese momento,su compañera de viaje,la chica de la túnica,dijo:
- Es mi parada. Me bajo aquí.¡Adiós, Manuel!
Se levantó muy rápidamente de su asiento y se fue muy aprisa, como si escapase de alguien o de algo.
¿Quién era aquella muchacha?.¿Por qué sabía su nombre?.Fueron algunas de las preguntas que se hizo inmediatamente Manuel. Se quedó muy sorprendido e intrigado. No salía de su asombro.
En ese momento,nuestro amigo,se percató de que,con las prisas,se había dejado olvidado el porta-folios,pero lo que más le extrañó,fue ver que al enseñárselo a través de la ventanilla, puesto que ella ya se encontraba en la calle, no pareció importarle y se limitó a sonreirle al pasar,antes de alejarse y desaparecer entre los demás viandantes.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales