De camino a casa cap 6

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El cuerpo de Marisa finalmente apareció flotando en la orilla del rio, cerca de la zona del puerto naval, pasado el puente del centenario. El asesino había sido astuto, esta vez se había preocupado de que en su ruta hacía la depravación no hubiese ninguna cámara.

Marisa estaba irreconocible, el tiempo y la humedad habían hecho del cadáver un globo lleno de pinchazos por dónde se colaban los desechos orgánicos podridos, escupiendo al exterior su horrendo aspecto y lo peor, el desagradable olor a muerte y fermentación.

El hermano de Marisa al entrar no pudo más que desmayarse, el repugnante ambiente que había en la sala a causa de los gases que expulsaba el cuerpo inerte de su hermana se le metió por los flujos nasales hasta la garganta, llego a sentir como los degustaba con su lengua. El agente Rodríguez decidió que mejor no enseñarle nada, ya que de todas maneras sería completamente en vano, ya no tenía la cara dulce con la que aparecía en todos los carteles que envolvían las farolas de la ciudad, ahora era un amasijo de carne amarillenta y amoratada, llena de reflujos de pus y con claras señales de dientes humanos y de roedores. No entendía como el comisario había insistido tanto en hacer un reconocimiento visual y no a través de la ropa con la que le habían encontrado.

Tras unos minutos el hermano de Marisa se repuso, pasaron a una sala contigua. Había una mesa en el centro, sobre ella reposaban las pocas pertenencias que habían podido recuperar, entre ellas sólo había ropa.

-¿Sólo esto?- El pobre hombre lo decía con desasosiego y lágrimas en los ojos

-Sí. Esto es todo… Pero veo que usted, Pedro, echa en falta algo importante- El agente Rodríguez había encontrado un hilo del que quizás pudiese tirar

- Si señor agente.- Pedro no podía dejar de llorar, le costaba hablar- Ella siempre llevaba consigo una cadenita de oro con la Virgen de la Macarena, además de un anillo de oro blanco que le había regalado su novio hace años.

El asesino además de cruel y sádico, parecía ser un ladrón o un coleccionista. Rodriguez vio en esto una posible flaqueza del monstruo Cartujano, el día que lo agarrasen tendría pruebas de todas sus víctimas, sería más sencillo para el reconocerle y a los jueces para darle el castigo que merecía esa alimaña.

El hermano reconoció a duras penas la camiseta completamente rasgada de su hermana, la comparó con una foto que se hizo la misma noche que desapareció, siendo esta la que usaron para distribuir los folletos. Todos los amigos habían declarado lo mismo, la última vez que vieron a Marisa se estaba montando en un taxi sola para irse a casa.

Era exactamente la misma situación en la que desapareció Sara. A el agente Rodriguez se le había clavado un nombre entre ceja y ceja, Inocencio Santos. Ya le tenía, sabía quién era el asesino pero no dónde estaba. Este había desaparecido por completo, no tenía ningún contacto con su familia y sus compañeros de trabajo no le habían visto el pelo, además por su culpa los taxistas de la ciudad habían empezado una crisis, ellos más que el mismo agente, querían atraparlo cuanto antes.

El rumor sobre la posibilidad de que el Monstruo Cartujano fuese un taxista se había extendido por la ciudad como pólvora con la aparición del cadáver de Marisa. Ahora, todo el mundo tenía miedo de usarlos, a pesar de tener un nombre claro, Inocencio Santo, la desconfianza era visible en los ciudadanos. Las personas se negaban a usar este transporte por miedo a cruzarse con el taxista carnívoro. Algunos de ellos se llevaron palizas otros habían montado grupos de búsqueda y el comisario había pasado su retrato a todos los noticieros. La cara de Inocencio estaba en todas partes… pero nadie tenía una sola pista de él, se había convertido en un fantasma.

Rodríguez se sentía atrapado, no entendía que podía haber pasado con él. Intuía que ya no estaba en la ciudad pero el comisario había distribuido su retrato, una foto que fue facilitada por su mujer, a nivel nacional. Alguien le tenía que haber visto, no podía ser que se hubiese hecho invisible.

Sentado en su despacho, revisaba una y otra vez las declaraciones de los que le conocían, los informes de la autopsia y hacía esquemas intentando trazar dónde se podía encontrar. De repente entró una llamada telefónica:

-¿Diga?

-Agente Rodriguez?

-Si, al habla

-Soy un compañero suyo de la comisaría de Móstoles y creo tener información que le podría interesar- Al oír esto el Álvaro Rodriguez vió la luz y dijo con voz grave:

-Cuénteme

-Usted es el agente encargado del caso del Monstruo Cartujano, ¿no?

-Si, venga, cuál es la maldita información- Rodriguez estaba muy alterado, su interlocutor suavizó su voz

-Bueno señor, hace pocos días recibimos una denuncia algo extraña. Una prostituta de los polígonos de alrededor sufrió un ataque en el que el agresor le dio un mordisco en el labio arrancándole un trozo. Además dijo que primero le intentó asfixiar con una felación a lo que esta respondió con un bocado que le dejó graves heridas en el miembro. Pero eso no es lo que me ha hecho ponerme en contacto con usted…

-Continúe, ¡¡No pare!!- Álvaro estaba exaltadísimo- ¿Cúal es la conexión que ha encontrado con mi caso?

-Bueno, pues el señor llevaba un taxi

-Páseme toda la información sobre esa denuncia, prepáreme una cita con la puta, mañana voy para allí. – Colgó con una sonrisa. El monstruo se había vuelto impredecible, en cualquier momento cometería un error. Ahora sabía que se encontraba en la capital de la ciudad o en algún pueblo de sus alrededores. El agente debía empezar a tejer su tela de araña para atraparlo.

El agente llegó acompañado de dos de sus hombres, los que más confianza le profesaban. El agente Martín le esperaba, él había sido el que le había puesto al corriente de esta información.

-Hola señor Rodriguez. La prostituta se encuentra en la sala, lista para responder a sus preguntas.

-Muchas gracias Martín- La mirada de Rodriguez era fría y estaba sumergida a otro nivel que no era el mismo que el de los presentes en la sala.

Pasó, la chica tenía una herida bastante grande en el labio superior. Parecía muerta de miedo y su mirada triste inundaba toda su cara. Él se limitó a sentarse, encendió una grabadora, la posó sobre la mesa y comenzó:

-Hola, me llamo Álvaro Rodriguez y me han asignado su caso, primero diga cómo se llama, su nacionalidad y el trabajo que realiza-

Intentaba ser cercano, pero los nervios de tener información sobre Ino le ponía nervioso y hacía que sus palabras fueran secas y frías.

-         Me llamo Dilsia Ramires, soy dominicana y ejerzo como chica de compañía en el polígono de Mostóles

-         Muy bien, ahora relate los hechos sin dejar ningún detalle

La chica relató lo sucedido entre sollozos, cuando recordaba los peores momentos se ponía a tiritar. Las reacciones y los gestos del agresor apuntaban al Monstruo Cartujano, sólo él podía ser así de sádico y violento…


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