Cuando estas pasando las interminables rectas de la mancha y el gran paso de Despeñaperros todo comienza oler a aceite, a fiesta de abril, a pueblos blancos, a interminables playas. Pero una vez pasada la tierra que tiene un color especial comienza la magia.
Cádiz, la ciudad en el mar. La Atlántida emergida, sus calles huelen a sal. Sus alegres gentes amenizan el paseo entre sus antiguas calles fenicias. La Antigua Gadir deja para recrear nuestra vista un paisaje pesquero entre cañas y muelles, calzadas y plazas, alegrías y carnavales.
Sus playas, de aguas azul marino pueden refrescar hasta el último rincón de tu alma, mientras esta está perdida en el horizonte sin fin donde se juntan el cielo y el mar.
Y cuando te marchas solo te preguntas una cosa ¿cuándo volveré a tomar un té en una taza de plata mientras una ciudad me sonríe?
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