Mi país

Muchas veces me gustaría escribir cientos de historias de cualquier género o temática. Pero la mayoría de las veces no se qué escribir. Normalmente las palabras salen solas, como una especia de tinta que se proyecta directamente desde mi mente hasta el folio a través de mi bolígrafo “Bic”. Pero últimamente mis ideas están perdidas.

Por lo que la vida me ha enseñado en mi corta trayectoria, la experiencia es el saber. Y bien lo dice uno de los populares refranes. Pero ahora mi experiencia se ha quedado olvidada por una desmotivación.

Lo único que ahora me motiva a escribir son las injusticias que se vislumbran por cualquier calle de este país en decadencia. Pero eso a su vez me desmotiva. ¿Dónde acabarán mis escritos? ¿Los va a leer algún dirigente? Probablemente no. Por lo tanto pienso que pierdo el tiempo.

Y mientras intento buscar una solución a este problema, solo puedo refugiarme en libros y estudios para terminar mi formación profesional y colocarme en el mundo laboral. Pero eso es tan imposible como que la noche fuera día. O si es posible; podría colocarme en el mundo laboral lejos de este país. Dejar atrás mi casa, mi familia, mis amigos, mi escuela, mi universidad, los guisos de mi abuela y mi añorada morada en la marítima Cádiz. Solo se quedarán en mis recuerdos. Y entonces si tendré la esperanza de poder regresar y contemplar que todo se ha recuperado. Lentamente, muy lentamente, tan lentamente que el tiempo me ha cosido ahora mi destino a otro lugar lejos de este, mi país.

Mis palabras se hundieron en el barco que remolcaba este país. En un mar de pesadumbre e incertidumbre por el qué será mañana, las letras de cada uno de mis escritos se funden en un fuego que arde en las profundidades del océano. Esa pequeña luz que se puede ver si miras al cielo, no es otra que el sol, pues a pesar de tantas penas, es él quien sigue saliendo todas las mañanas para alumbrarnos en la cruel oscuridad llamada: Sociedad moderna.