Conciente, mi inconciente ha decidido
buscar en mi interior por vez primera
y a pesar de no saber de que manera,
se empeña en recalar en mis sentidos.
Mirando pude ver lo que no he visto
y descubrir que la tristeza de una mirada
puede decirme igual que una palabra pronunciada,
y conmoverme, dando fe de que yo existo.
Ya en el recuerdo de aquel beso, el primero,
cuyo sabor perduró en varios sueños
me hizo sentir que de su amor fui el dueño
y por él, recorrería el mundo entero.
Una caricia pudo más que aquel recuerdo,
y de lo suave de su mano aun conservo
lo que sembró en mi interior todo su verbo,
permaneciendo en la memoria de un hombre cuerdo.
Por fin abriendo la ventana de mi infancia,
entremezclando los olores de mi escuela
con los rosales y gladiolos que mi abuela
me hizo amarlos, mas no sea a la distancia.
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