La verde y mágica hierba acomoda mi cuerpo tendido en el campo, al pie de una roca. Boca arriba observo el cielo, que me mira y me insinúa cosas. Poco a poco observo como éste se tiñe de rojo y yo, sin poder evitarlo, esbozo una sonrisa que emana de mí fruto de la inmensa alegría que la naturaleza, tan desconocida e inhumana, me provoca.
Alcé mi mano al viento para dar la próxima calada a mi cigarrillo, en el curso de esta acción, ya casi mecanizada, algo me interrumpió y me sacó de mi estado. Yo no quería salir. Estaba seguro de que el plan saldría según lo previsto. Todas las tardes es así.
¿Quién osa interrumpir mi momento de meditación, de contacto con el mundo?-Pensé, cabreado. Me senté, ya totalmente inconsciente de la belleza que me mantiene pegado al suelo y miré al frente. No tuve reacción instantánea alguna, quedé fascinado con lo que se posaba frente a mí. Jamás diría hasta el momento, que algo que interrumpe mis quehaceres y rompe mi placentera rutina puede ser agradable. Sus curvas perfectas me fascinaron, vino interrumpiendo con una maravillosa sonrisa que se clavó en mi corazón como una espinita, que, seguro estaba, no podría sacar con un simple pellizco.
Mi reacción fue totalmente contraria a la esperada. Intenté acortejar su belleza, su femenino olor y su gran voluntad invitándola a sentarse conmigo. No la he vuelto a ver. Ya Jamás he vuelto a sentir la suave textura de la fina hierba, pista de baile de las mágicas hadas de los cuentos. Pero también de los gusanos y de las hormigas, mis amigas. ¿Por miedo? No creo que sea por miedo. Simplemente soy demasiado débil, y mi corazón blando no soporta la constante punzada de la pequeña espinita que esa mujer dejó, por desgracia, en mí.
Lleno me sentía disfrutando con el cielo rojizo y la verde hierba mágica. ¿Por qué tuviste que aparecer, bello ángel terrenal, a fastidiarme mis gozos para dejarme sumido en la más pura soledad? Ya solo me tengo a mi mismo, tú te fuiste y te olvidaste. La cuestión es, amada mía, no soy correspondido, ni por ti, ni por la más pura naturaleza. Solo puedo consolarme escuchando las pitas y los tambores que dictan sentencia en mi corazón, y que esperan la muerte con los ojos cerrados, mientras disfrutan de los últimos cosquilleos del agua avanzando por mi cuello. Pronto cubrirá mi cabeza, y nos reuniremos, oh sí, nos reuniremos, Dios. Y me explicarás por qué tanta crueldad. ¿Vida consciente? Oh, Dios bondadoso y omnipotente, quisiera ser gusano y hormiga, quisiera ser cielo rojizo, pero, Dios, sobre todo, quisiera ser verde hierba mágica, para poder acomodar a la vida consciente sin ser consciente de su consciencia.
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