Ya oigo el crujir de sus cadenas. Ya siento su hélida mano rozando mi espalda. Ya huelo su pútrido aliento.
¿Quién hablaba de la existencia de un cielo y de un infierno?
Yo aquí solo veo oscuridad.
No se que me deparará este negro futuro, pero eso es algo de lo que ya no me tengo que preocupar nunca más.
Mi muerte será olvidada como otras muchas, la vida seguirá fluyendo como hasta ahora. Y todo por culpa un pequeño grupo de personas.
Demasiada gente hay ya en el corral de los quietos. El destino nunca terminará de jugar a la ruleta rusa con las vidas humanas.
No me queda otra opción, aprovecharé al máximo todo el tiempo que me queda antes de que la oscuridad se cierna sobre esta cálida ciudad.
El verdadero camino empieza ahora.
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