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Sonrió esmerada para que el miedo por esa única vez no le carcoma los huesos. La neblina del aliento de todos, la envolvió, a penas notaba sus brazos. Ella respiro profundo, la música comenzó a sonar. Decenas de ojos clavados en sus pies la intimidaron, ahí al borde del escenario sus padres admiraban la delicadeza de cada movimiento.
Dio vueltas como carrusel averiado que no podía parar. Dio tantas vueltas, que sus pies se abrazaron abruptamente. El golpe fue duro. Todos los ojos se clavaron en aquella bailarina, que gritaba de dolor.
El telón bajo.
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