TRÍO EN EL CALLEJÓN SIN SALIDA

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Marta y Luisa se despidieron de sus amigos a eso de las 4 de la madrugada, después de haber tenido una noche bastante movidita el día de carnavales. Sus cuerpos medio cubiertos (y muy bien proporcionados) por aquel par disfraces de colegialas sexis había sido el centro de atención de muchas miradas devoradoras.

Mientras caminaban alejándose del ruído de los bares, recordaban las veces que algún chico atrevido y cachondo había propasado límites ante la multitud y tocado parte de su intimidad bajo sus faldas.

Un hombre de 1,80mtrs de estatura o poco más, contextura gruesa, brazos musculosos y alrededor de treinta años, las seguía sin que ellas lo notaran. 10 minutos después se percataron de su presencia y quedaron aterrorizadas al ver que llevaba la cara cubierta.

Marta y Luisa tomaron la calle equivocada -o quizás la correcta-. ¡Era un callejón sin salida!

Las dos temblaban de miedo, mientras el hombre continuaba acercándose a ellas sin parar de amenazarlas con la mirada y tocándose morbosamente el bulto que resaltaba entre la parte delantera de sus caderas, sobre sus ceñidos pantalones.

Marta, cambiando de actitud y notando con completa indiscreción y deseo que el paquete de aquel hombre prometía, tomó de la mano a su amiga Luisa y la llevó hasta el final del callejón.

Sígueme el juego -le susurró a Luisa en el oído provocando que se erizara toda su piel-. Se arrodillo ante ella, levantó su falda y apartando su tanguita de encaje empezó a lamer suavemente su clítoris sin dejar de mirarla.

Luisa , confundiendo miedo y deseo, notó al instante que su depilada y tierna almejita se hacia agua a causa del gran golpe de excitación que le causaba la rica y aparentemente experta lengua de su amiga.

El hombre se acercó a Luisa, la agarró fuertemente por la coleta obligándola con un brusco movimiento a que lo mirara, la acostó en el suelo boca arriba e indicó a Marta que continuara en su colaboradora y candente labor.

Marta, sumisa y encantada por la nueva posición en la que se encontraba su amiga, le abrió las piernas e introdujo suavemente la lengua en aquel chochito que acababa de conocer y empezaba a disfrutar en gran medida. Desabrochó su camisa y acarició sus pechos sobre el sostén bajando poco a poco por su ombligo hasta llegar a su vagina que ardía de deseo, separó los labios y empezó a introducirse, uno a uno, cuatro dedos en su caliente y muy dilatado chochete, sin parar de dar placer a su amiga y viendo como ella sin perder oportunidad frente a aquel hombre ya desnudo, le impartía placer a ese gran trozo de pan que estaba metiendo en su boca y que apenas le permitía respirar y gemir.

Luisa pasaba suavemente sus dientes por la enorme polla mientras miraba fíjamente al desconocido con grandes muestras de ansiedad y disfrute y a la vez gemía de placer, pues su amiga Marta demostraba ser una gran experta comiendo su coño, hasta el punto en que sin poder contenerse y metiendo hasta el fondo de su garganta ese enorme pene que no alcanzaba a entrar en su totalidad, tuvo un orgasmo tan intenso que logró mojar toda la boca de Marta.

El hombre, en el punto máximo de extasis, deseó penetrar el coño de Marta y así lo hizo. Abandonó la boca de Luisa de golpe, y casi sin avisar y despojándola de sus braguitas, empezó a embestir a Marta fuertemente y pidió a Luisa que le acercara su chochito para poder probar su corrida.

!Métela más fuerte, que ya voy a mojar bien tu polla! -gritó Marta extasiada-.

¡Oh, sí, no pares! -fué lo ultimo que dijo antes de que llegara su orgasmo y apretando en forma de palpitos el trozo de carne que sus labios mayores habían tragado tan gustosamente.

Quien empezó a gritar de placer, esta vez y a punto de llegar al clímax, fue el misterioso macho en celo, quien retiró rapidamente su miembro del coño de Marta, pidió a ambas que se besaran y ahí, en medio de sus lenguas empezó a escurrir su espeso y caliente líquido mientras ellas turnaban los besos entre sus labios y el pene que tenían enfrente, dejandolo casi limpio.

"El próximo viernes, a esta hora, regresamos a este sitio" -dijo Luisa, mientras el desconocido tras vestirse, se alejaba sin decir una palabra y con una gran sonrisa de satisfacción-.


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