RAUL Y DIANA (quinta parte)

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Diana se había apoyado contra la pared como lo hiciera antes Raúl y éste se había sentado en el suelo con la espalda en la pared. La postura era tan cómoda y descansada como para no tener prisa  en llegar al cielo del placer. Los dedos de Raúl rozaban, como la lengua, por todo el coño, el ano de la chica que parecía agradecerlo con gestos y contracciones de placer  por lo que no dudó en volver de nuevo con la lengua del clítoris  a la vagina y acto seguido al ano para lamerlo con avidez. Diana se estremecía por momentos y por eso regresó al clítoris para arrancarle un grito de placer, un orgasmo tan intenso que flaquearon sus piernas  en la temblorosa vibración de placer  y que tuvo que sentarse sobre las piernas de Raúl que excitado por el de su compañera tenía una erección que parecía la primera de la semana. Diana, aun inmersa en las sensaciones del placer  venéreo, notando en sus nalgas el miembro viril, relajada  y mojada a tope, se dispuso a introducirse el miembro en el culo. Tan relajada y deseosa estaba que no necesitaron más lubricante que el que les proporcionaba el agua y en un par de intentos se lo introdujo por completo en el recto proporcionándole una “prorroga” al intensísimo orgasmo obtenido un minuto antes y se abrazó apretando la cabeza contra el hombro de Raúl que con los ojos desencajados por el inesperado  “regalo”, una cara de gratísima sorpresa y placer la abrazó a  su vez por la cintura y se quedó quieto, totalmente concentrado en la ceñida penetración, gozando de unas sensaciones olvidadas mucho tiempo atrás…: El levísimo movimiento de la chica, el calor interno en su glande, la presión en la base, el roce en la punta…Se esforzó  en retardar lo indemorable pero fue en vano.  Aun estando quieto, quietos como estatuas en esa postura que les daba tanta intimidad y contacto, con la “cálida lluvia” empapando sus cuerpos no pasaron más de treinta segundos cuando un gutural gemido de placer salía de su garganta al tiempo que un estallido de contracciones le nublaban los sentidos y le quitaban casi hasta la respiración. Permanecieron  quietos y sin moverse,  jadeantes y fatigados, durante un buen rato hasta que el flácido pene se saliera por sí solo del cuerpo de la mujer. Se incorporaron, Diana lavo con mimo el pene de Raúl después se lavó ella y salieron de la ducha para secarse uno al otro mientras se miraban y se agradecían mutuamente el viaje al paraíso del placer. Tengo hambre  comentó Diana encaminándose a la nevera sin más vestimenta que unas gotas de perfume sintiendo la admirada mirada de Raúl en su cuerpo desnudo. Solo habían pasado dos horas desde que llegara Raúl y la fiesta había de continuar.

Fuera seguía lloviendo aunque con más calma. Comenzaba a anochecer.

Abrieron un par de cervezas mientras extendían sobre la mesa la compra de la mañana. Ha sido fantástico, no recuerdo haber tenido nunca un orgasmo tan intenso ni tan largo. Has estado genial. Te quiero. A su vez Diana se mostró agradecida: Tú también has dado la talla. Me has hecho gozar como una loca.  Gracias. Chocaron las cervezas a modo de brindis con miradas pícaras y satisfechas. Espero poder seguir haciéndolo después de comer un poco dijo Raúl.-- Yo te ayudaré. Estate tranquilo.-- añadió Diana.

Cenaron a gusto y saborearon el vino que les pareció exquisito, se lo tomaron con calma y acabaron con media botella y con casi todo lo que Diana había comprado. Entretanto charlaron sobre la experiencia sexual acontecida, sobre otras anteriores, sobre conocimientos de los juegos eróticos en los que Raúl hubiera obtenido una nota de,  a lo sumo,  seis o siete sobre diez y Diana, por sus conocimientos de anatomía (era enfermera) hubiera sacado un ocho y medio, por lo menos. 


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