RAUL Y DIANA (cuarta parte)
Por robustico
Enviado el 16/10/2013, clasificado en Adultos / eróticos
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Cambió nuevamente de postura para masajear los muslos las pantorrillas, de nuevo los muslos y por supuesto los glúteos ahora con un manoseo más sensual que terapéutico pasando los pulgares tan cerca del ano que Raúl se sobresaltaba entre sorprendido y complacido. Le resultaba placentero. Entendió diana la respuesta y no tuvo reparos en pasear sus manos, de forma alterna, por todo el canal y llegar con sus dedos al escroto, acariciarlo y volver por donde habían bajado a los riñones. Bien sabia Diana que en los alrededores del esfínter anal las terminaciones nerviosas hacían placentero el contacto lo había descubierto con su primera pareja: un amigo que resultó bisexual y luego solo homo.
Adivinó Diana la erección de Raúl y para no cansarlo decidió regresar con sus manos a la espalda y al cuello y prestar un poco de atención a las sienes y a la nuca. Cuando lo invitó a girarse la erección había bajado, masajeó su tórax y sus brazos sin prisa. De pronto el estallido de un rayo los sobresaltó. Diana miró por la ventana y se sorprendió de cómo había cambiado el cielo desde que Raúl regresó del trabajo. Comenzó a llover copiosamente y en el fondo se alegraron los dos de tener que suspender el paseo y las cañas. La fiesta que Diana maquinara por la mañana iba a ser mucho más larga. Al regresar a la cama para continuar el masaje Raúl la cogió por la cintura, la trajo hacia él y comenzó a besarla con el apetito de la pasada noche. Diana se dejó llevar. La tendió sobre él, paseando las manos por todo lo largo de la espalda de su culo respingón a la par que besuqueaba su cuello, sus hombros
Acababa de comenzar la fiesta. Besos, caricias, más besos y chupetones Diana llevó su boca a las tetillas de Raúl, siguió bajando por su vientre para terminar besándole los testículos, la base del pene y el glande para terminar comiéndoselo con avidez. Consciente del reposo que tendrían mientras cenaban concentró sus caricias y lametones el duro miembro viril hasta hacerlo derramar el blanco líquido en su cálida boca y dejarlo caer y chorrear a lo largo de la exhausta berga que se ablandaba por momentos.
Ahora me toca a mí dijo Raúl en un intento por incorporarse que ella le impidió. Espera que no hay prisa. Limpió el semen del cuerpo de Raúl, se colocó nuevamente todo lo larga que era sobre él y ente besos y caricias le sugirió:-- Házmelo en la ducha porfa,-- le propuso con gesto entre lastimero y pícaro.-- Avec plaisir madamele contestó con un jocoso francés de acento español.
Iba a quitarse el tanguita para ir al agua pero Raúl la detuvo. Déjalo que yo te lo quitaré en su momento. Diana, sonriente, se encamino al agua sintiendo la mirada de un Raúl fascinado por ese cuerpo cargado de sensualidad. Templó el agua sintiendo aún la excitada mirada del compañero y esto junto a la imagen de lo que se avecinaba la estaba poniendo de una calentura que se le salía por todos y cada uno de los poros de la piel. Raúl, entró en la ducha y, sin prisa, enjabonó ese cuerpo de ensueño, se dejó enjabonar a su vez por la chica, se aclararon mutuamente, (primero él). Diana recorría con sus inquietas manos cada rincón del cuerpo del compañero. Sintió Raúl un grato espasmo cuando los dedos de Diana le rozaban el ano. Era gustoso, pensó con una mueca de incertidumbre pues acababa de descubrir ese tipo de grata caricia que pensaba eran solo de gays. Comenzó a aclarar a su chica con las mismas y memorizadas caricias que el recibiera pensando que lo que recibía de su pareja era un informe de lo que deseaba o le gustaba. Se puso en cuclillas para sorprender a Diana quitándole el tanga con la boca y, excitarla más si cabe, cuando su cara, sus labios pasaban tan cerca ce los muslos pantorrillas y pies. Sus dedos rozaron también el esfínter anal de diana que se estremecía complacida. Se incorporó y la besó nuevamente en la boca uniendo sus lenguas en un frenético girar, empujar, entrar o salir, trasladó los besos al cuello, los lóbulos, de nuevo al cuello para descender poco a poco a sus pezones.
El agua no dejaba de caerles encima, alguna tos provocada por algún trago no deseado les arrancó más de una placentera risa Seguía Raúl con su trabajo en los pechos de Diana y decidió al fin iniciar el viaje de su lengua cuerpo abajo, poco a poco, por segunda vez hacia las ingles, la cara interna de los muslos, el monte de Venus, los grandes labios, los menores, una pequeña incursión de la lengua en la vagina y de ahí al clítoris.
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