RAUL Y DIANA (segunda parte)

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Comenzó Raúl a descender acariciando con su lengua la tersa piel de Diana por cada rincón de su vientre para terminar en su rasurado monte de venus, ingles y, por fin, en su sexo. Parecíale a Diana que no iba a llegar nunca a donde por fin estaba. Tan deseosa se hallaba de sentir los besos en su vulva que en cuestión de medio minuto la lengua que le comía el, chorreante de agua y mojado de flujos  clítoris,   le “arrancó”  un delicioso e intenso orgasmo.

Aún no había terminado de estremecerse cuando cogiendo a su hombre de la cabellera lo hizo reincorporarse  para besarlo con tal pasión que su lengua penetró en la boca casi hasta la campanilla. ¡Que satisfecha se sentía!

Acto seguido, como para agradecer el “regalo”,  Diana le imitó con besos en las tetillas,  caricias linguales por su torso, vientre, ingles y escroto terminando por el desnudo glande, lamiéndolo como si fuera un helado, con mimo, despacio, provocándole sensaciones casi olvidadas antes de introducírselo en la boca con deseo, dando tanto como acababa de recibir.  Raúl no aguantó más y en un estado de éxtasis  se dejo llevar por el placer y permitir que Diana acogiera en su boca el jugo de una muy placentera eyaculación.

Algo más calmados  disfrutaron del relax del agua  tibia salieron de la ducha para secarse uno al otro comentando lo bien que había estado.

Ya secos y desnudos abrieron una cerveza de la mini nevera para compartirla como la ducha mas,  al segundo sorbo, las manos de Diana comenzaron a explorar el cuerpo de Raúl quien a su vez comenzó a acariciarla por la espalda bajando la mano izquierda hasta los glúteos  mientras la derecha jugaba alternativamente con los erectos pezones de sus hermosos y turgentes pechos. No llegaron a terminar la cerveza.  Se dejaron caer sobre la cama, reaparecieron los apasionados besos, así en la boca como en todo el cuerpo, rodando sobre el lecho uno sobre el otro hasta casi caerse en un par de ocasiones, lo que les provoco sendas carcajadas que agradecieron por lo que repercutieron en retasar el clímax y hacer más duradero el camino hacia cielo de un nuevo orgasmo.

Hicieron el sesenta y nueve de todas las posturas posibles: De un lado, del otro, ella debajo, encima  y cuando de nuevo sus bocas se encontraron Diana se sentó a horcajadas sobre su amante colocando hábilmente el pene entre su sexo y el vientre de  un Raúl con la mirada desencajada por el placer, para acariciar su glande con los labios menores y el clítoris,  antes de buscar un segundo orgasmo que llegó poco después de introducírselo  entero en la ávida de ”carne”  vagina;  se movía despacio  sobre él y permitió que al mismo tiempo el pulgar de Raúl le acariciase el clítoris mientas ella se pellizcaba los pezones sintiendo la verga  dura como la piedra en sus entrañas. Raúl, sabedor del “no peligro” pues estaba basectomizado, se dejó llevar y eyaculó en su interior unos pocos segundos después de verla estremecerse de placer  jadeando feliz; más aún al sentir en su interior el placentero derrame de Raúl. Se echó hacia adelante  con el miembro viril dentro para buscar los besos y el abrazo del compañero y relajarse en esa posición mientras el pene estuvo erecto.  

Miraron el reloj y todavía eran las doce de la noche. Ahora si que tomaron la cerveza y la terminaron relajados  en el sofá con los consiguientes comentarios de satisfacción por lo bien que había estado.-- El de la ducha ha sido fantástico aseguraba Diana apoyada en el costado de su compañero con el brazo derecho pasado por la espalda. Nunca me lo habían hecho “bajo la lluvia” continuó. Mientras en la televisión visionaban la película Acoso (Que casualidad) cargada de imágenes sugerentes que los invitaba a seguir recreándose en el juego amoroso.

Acabada la bebida volvieron a la cama donde reaparecieron las caricias, carantoñas menos apasionadas pero ávidas de deseo, las manos de ambos buscaban los rincones sensuales de la pareja. Reapareció la erección de Raúl, Diana se humedecía por momentos, se intensificaron los besos hasta que en un hábil movimiento Diana se colocó debajo de Raúl que no tardó en penetrarla con suavidad para comenzar un rítmico y constante movimiento de embestida que se prolongó durante varios minutos haciendo disfrutar a la mujer que sentía bajo sus “garras” como hacia tiempo que no había gozado. Diana colocaba con habilidad el bajo vientre para sentir, al mismo tiempo que el movimiento del pene en su interior, la presión y los golpes de Raúl en su clítoris con lo que su excitación iba a más. Raúl parecía incansable, sus rítmicos “empujones” tan solo variaban en el ritmo: ahora un poco más,  un poco menos hasta que llegado el momento, sintiendo los jadeos de placer de Diana, su excitación, la inminente llegada de un nuevo torrente de placer, aceleró el ritmo como en un largo sprint final para llevar a su hembra a nube de los mil placeres. Diana  llegando al punto de no retorno levantó las rodillas  y cruzó las piernas en torno a los riñones de Raúl en un intento de máximo contacto, de hacer que el miembro de su hombre penetrara más hondo si cabe y así, con un ahogado quejido de placer, su cuerpo se arqueaba hacia atrás, la cabeza llevaba la mirada a la pared,  las piernas  ahora en los glúteos de Raúl, lo empujaban hacia sí al tiempo que los músculos de la vagina vibraban  en repetidas contracciones provocando tal sensación de contacto y fricción en el pene de Raúl que pasó a estremecerse de placer  con un montón de espasmos musculares acompañados de un ronco gemido de liberación y una breve eyaculación.

Permanecieron así, abrazados, sintiéndose mutuamente, complacidos y fatigados, satisfechos  y felices. Raúl se tendió sobre su  costado derecho junto a Diana  que se giró para “pegar” su espalda al pecho de Raúl, quien, en posición fetal, parecía tenerla sentada en su regazo, sobre su flácido y fatigado pene. Paso el brazo derecho bajo la cabeza para abrazarla desde atrás y buscó con su mano los pechos, con la izquierda le acariciaba suavemente el vientre  mientras ella  a su vez y con su izquierda acariciaba el torso de la mano de él. Al poco rato Diana llevó la mano de Raúl a su sexo, separó sus piernas y los dedos de Raúl empezaron  a “jugar”, a perderse entre los, aún inflamados y húmedos de semen, labios mayores, acariciándola con suavidad y dulzura hasta que decidieron fijarse en el clítoris donde comenzó el masaje cálido y suave mientras la mano derecha, al unísono con la izquierda, hacia los mismos gestos en el pezón de su pecho izquierdo. La respiración de Diana se aceleraba, quiso girarse pero Raúl la frenó con un -- Quieta cariño, relájate y tenlo así.-- No tardó  más que unos minutos en estremecerse nuevamente llevándose  a la boca para besarlas y sorber el jugo, las hábiles manos que le habían regalado un nuevo orgasmo. Tal y como estaban se quedaron quietos y callados. Sin darse cuenta cayeron en el sopor del sueño y durmieron relajados. 


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