Existe una gran variedad de "amores".
Están los obsesivos; que no te dejan vivir, respirar e incluso ni morir.
Los caprichosos. Esos que empiezan con tanto entusiasmo e intensidad, pero que a la primera de cambio se desmoronan, puesto que son fundados sobre arena y sólo basta con que llegue una ola y arrase con ellos.
Los ingenuos e inocentes, que suelen ser los primeros. Esos amores que creemos son el único, el de toda la vida, el "para siempre" (¡Qué ingenuos!). Son esos que generalmente nos mueven a cometer locuras, errores y muy malas decisiones...
Y está el mejor y más importante, el "amor verdadero".
Que en la mayoría de las ocasiones, antes de vivirlo, tenemos que pasar por los amores anteriores. Suele llegar cuando tenemos claro de dónde venimos, a dónde vamos y qué es lo que realmente queremos. Al principio nos mostramos reacios ante él a causa de las malas experiencias, pero una vez nos entregamos por completo, lo disfrutamos, día a día lo cultivamos y disponemos de todo nuestro esfuerzo para no permitir que muera.
Lo construímos sobre la más grande y fuerte roca e impedimos a toda costa que alguien lo derrumbe. ¡Sólo éste es el amor que merece la pena ser vivido!
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