Niveles

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           Comprendemos poco lo que leemos, muy poco, y tampoco nos enteramos mucho, como sociedad, y probablemente tampoco individualmente, cuando hablamos de matemáticas. Lo dice el último estudio de la OCDE referente a las capacidades educativas del grupo de población que oscila entre los 16 y los 65 años. El análisis ofrece los resultados de un total 23 países, a los que se les supone, porque así es, que viven avances económicos y de bienestar que no parecen andar parejos a las cuestiones formativas. Las alarmas, como siempre ocurre en estos casos, vuelven a sonar.

           Suelo decir que están las verdades, las mentiras, y las estadísticas, que constantemente nutren los sesudos libros que explican el mundo. No obstante, convengo con el estudio de la OCDE que hay un problema educativo de fondo, importante, y no sólo en España, sino también en muchos de los Estados del llamado Primer Mundo. Se resalta a menudo que el problema de la educación en nuestro país no es nuevo: lo que emerge de lo que estamos reseñando no es otra cuestión que la falta de una interiorización real acerca de la importancia que tiene el conocimiento en una sociedad moderna.

           El progreso suele ser proporcional a la capacidad de fomentar sapiencia en un contexto determinado. O debería. Las cifras de docencia que manejamos no andan por ahí, lamentablemente. Parece que los recursos no van donde deberían o no fructifican de la guisa que nos agradaría.

           Sí, el problema social, el auténtico problema, es el destino, fin o resultado de los finitos elementos (por la crisis, los recursos son los que son). No siempre los utilizamos para lo más beneficioso, y, en ocasiones, en muchas, lo que sucede es que no les sacamos el suficiente partido, lo cual parece incongruente, al repetirse una y otra vez que no contamos con todos los necesarios.

           Subrayemos que el concepto de nivel es relativo, y ambiguo. Se refiere a varias cuestiones. Hablamos, en una cierta dirección interpretativa, o debemos, de estadios, de etapas, de alturas, pero siempre desde la premisa de la igualdad. Hemos repetido, y no nos cansaremos de hacerlo, que todos estamos, o deberíamos, en los mismos niveles de respeto y de consideración en ámbitos como son la educación o la sanidad. No puede, no debe, haber gentes que a priori estén por encima o por debajo en lo que concierne a los mínimos de actuación ante cualquier contingencia.

La educación es todo

           El asunto de la educación, que es todo en la vida, es harto complejo, y lo es porque no es fácil que nos pongamos de acuerdo sobre lo que significa y hasta dónde. El aprendizaje es un concepto de búsqueda de la plenitud desde el equilibrio y la dicha, aunque suene un poco, o un mucho, a tópico. Nos manifestamos educados no únicamente por las ideas y por los hechos que albergamos y podemos rescatar en un momento determinado, sino por las capacidades de entendimiento y de llegar a los otros que podamos tener y/o fomentar.

           Asimismo, es verdad que las teorías son básicas, que las visiones prácticas de la literatura y de las matemáticas son determinantes para concebir el mundo y lo que éste implica para las diferentes etapas del ser humano. Por eso hemos de bregar porque se sepan, para que se conozcan. Los datos, sin duda, hay que mejorarlos. Debemos subir una escalera que, de momento, nos deja en evidencia.

           Además, hemos de crecer como personas, desde el propósito de la igualdad real, donde no sólo importen los niveles académicos, sino también los de otra índole: hablamos de vivienda, de salud, de alimentación, de opciones…

           La vida para algunos es una cuestión de niveles. Puede que tengan algo de razón, o mucha razón, pero igualmente lo es de perspectivas, de tonalidades, que hemos de percibir y procurar que se prodiguen con la mejor intención. Disponer el camino, aventurando los problemas, es ya un primer paso para caminar hacia esas metas en las que los niveles no sean tan dispares.

Juan TOMÁS FRUTOS.


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