Lucía llevaba tiempo con la idea, y cansada de elucubrar, decide dar el paso. Inspira profundamente, se levanta, y tras unos pasos entra en La Paca, donde Fran trabaja tan orgullosamente que lo haría por el mero hecho de poder contarlo.
Una vez dentro, dibujando la mejor de sus sonrisas, inocente a la par que seductora, y sabiéndose una mujer bonita, busca con la mirada dónde está Fran. Hacia él se dirige. Avanza y alcanza la barra, y ágilmente se cuela a su lado por el paso reservado para camareros.
El, sorprendido e inquieto, la recibe sonriendo mientras con sus manos en su delicada cintura la intenta conducir hacia fuera de la barra. Psstt, le dice ella parándole cogiendo sus manos. ¿Qué quieres? Aquí no puedes estar.. Responde él. Ella le mira a los ojos, y tras unos segundos de silencio le susurra al oído Vengo a que me folles. Quiero sentirte dentro de mi..
Esas palabras, el intencionado roce de sus labios en su lóbulo, y sentir su olor, aliento y calor tan cerca se traducen inmediatamente en una intensa erección y un sofoco interior que le dejan inmovilizado momentáneamente.
Sin apenas gesticular, sin decir nada, localiza a los compañeros, coge su mano, y la invita a seguirle. Se esconden en la despensa, ajusta la puerta, y cogiéndole la cara con ambas manos, la besa, se besan, comiéndose la boca, respirando casi gimiendo, envolviéndose lascivamente el uno en el otro.
Con tanto deseo como poca discreción sus manos se deslizan cuerpo abajo, las de Fran alcanzan los pechos, las de Lucía se cuelan por debajo del jersey. Fran empieza a desabrochar la blusa, desnudando sus pechos, hasta que siente que ella se aparta y, cabizbaja, murmura: Para. Es suficiente. Sabía que no estabas realmente enamorado de esa chica.
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