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Había atravesado las capas de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Me desperté por el calor. No había ningún pasajero. Recordé radicalmente el ayer y abruptamente mis lágrimas empezaron a fluir. Mi país había desaparecido en el agua del tsunami que nadie vio, excepto yo cuando despegaba. Me masturbé para aliviar la pena.
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