Menuda sorpresa

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Estaban finalizando mis tres meses de vacaciones, en una semana me tocaba embarcarme, así que con mis amigos decidimos salir tomar unas copas, dejamos a nuestras mujeres en casa, necesitaba ya descansar de mi querida Berta, cada vez que vuelvo de navegar no paramos de follar, pero de vez en cuando es bueno tomarse un respiro.

En un pub que entramos, mis amigos se encontraron una amiga desconocida para mí, María se llamaba la susodicha, muy normal, uno sesenta y algo de altura, melena castaña, delgada, cierto aire de monjita, con la cara algo redondita, y ese tipo un poco raro que tenia, desde luego no me llamó la atención, vamos una más del montón. Además hablando era también un poco mojigata, no me atraía nada, no sé qué es lo que verían mis amigos en ella cuando la conocieron, quizás sea la mujer de algún compañero de ellos, y la mujer está echando una canita al aire, aunque con los cuarenta que tendrá la moza, ya podía haber echado unas cuantas.

Tras unos cubatas, mis amigos me la quisieron endosar para que la acompañara a su casa, muy típico de ellos, ellos se enrollan y cuando se aburren te dejan el muerto, encima los cabrones buscaron mil excusas, hasta casi obligarme a acompañarla, como siempre, soy un blando, acepte a acompañarla.

En camino fuimos hablando de cosas nimias, y mi opinión no cambio en nada, María era sosísima. Una vez en el portal, y para sorpresa mía. me invito a tomar un copa en su casa, ante su insistencia, acepte a subir y tomar la última copa, aunque la verdad con muy pocas ganas, en esos momentos estaba ya pensando en Berta, mi mujer, y aunque estaba un poco saturado de follarla y otras cosas durante estos tres meses, no estaría mal echar los últimos polvos, seguro que me la encontraría en pelotas, tumbada sobre la cama, abierta de piernas esperando que llegará con mi rabo, y se lo metiera todo enterito en su coño.

Como tenía reseco, le pedí una cerveza, ella no se sirvió nada, me senté en un sofá, ella antes de sentarse, dejo la sala medio en penumbra, lo cual me choco. Tras un pequeño intercambio de tonterías típicas de estas situaciones, María se abalanzo sobre mí, comenzándome a besar en la boca como una salvaje. No daba crédito a lo que estaba pasando, pasados uno segundos conseguí recuperarme, decidí pasar también a la acción, le pase el brazo por encima de sus hombros para apretar más su cuerpo contra el mío, no hubo ninguna muestra de rechazo por parte de ella, con la otra mano comencé a acariciar sus piernas, que tan poco me habían llamado la atención cuando la conocí, ella seguía comiéndose mi boca, metiendo su lengua en su interior, tanto que empecé a notar, que mi polla se estaba despertando, endureciendo poco a poco, y enseguida alcanzaría su tamaño cercano a los dieciocho centímetros.

Yo me estaba calentado, y la mojigata había perdido todas sus vergüenzas, estaba lanzándose a tope, sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo por encima de la ropa, me separo ligeramente las piernas para poder introducir entre ellas su mano, enseguida me apretó los huevos y empezó a palpar mi polla, que estaba casi a tope.

Comencé a tocarla con ganas, posé mi mano sobre uno de sus pechos, se notaba duro, sus tetas, que me habían pasado hasta entonces desapercibidas, me parecieron que eran un manjar digno de saborear, la solté, con ciertos nervios, los botones de su blusa, dejando al descubierto un bonito sostén de seda, se lo subí dejando al descubierto sus dos preciosas tetas, unos pezones oscuros, tiesitos les daban un mayor interés.

Estaba tan absorto contemplando, y tocando sus pechos, que no me di cuenta que me había soltado los pantalones y me los había bajado, y su mano acariciaba mis huevos y mi polla, nos desnudamos los dos, no tenía mal cuerpo.

Yo seguía sentando en el sofá, y ella se coloco entre mis piernas, agarró con sus dos manos mis huevos y la polla, empezó a masajearlos con fuerza, metió mis huevos en su boca, la monjita que creía yo, se había transformado en una puta muy guarra, de mis huevos paso a mi polla, puso sus labios en mi glande, y empezó a deslizarlos por toda mi polla, hasta metérsela casi entera en su boca, a la tercera embestida se la metio totalmente en su boca, jadeaba, gemía cada vez que se la metía, parecía que no había tenido nunca una polla en su boca, por las ganas que ponía, pero viéndola como la mamaba, no parecía la primera vez.

Puse mis manos sobre su cabeza, para apretarla más contra mi cuerpo, pero no era necesario, ella se encargaba de meterse toda la polla bien adentro, de vez en cuando dejaba de mamarme la polla y se lanzaba sobre mis huevos, no cesaba de gemir y disfrutar de mi polla, y yo estaba en una nube.

Estaba a punto, polla iba a estallar, me iba a correr, un primer chorretón de mi leche lleno su boca, entonces se la metió más adentro apretando con fuerza sus labios, un nuevo chorretón de semen le lleno la boca, quería tragarse toda mi leche, pero era tanta que para poder tragársela mejor, abrió un poco la boca y por entre sus labios salieron unas gotas de semen, su cara era toda puro vicio, saboreaba cada gota de leche que se tragaba, yo disfrutaba viendo como no paraba de correrme y le llenaba la boca.

Había acabado de echar mis últimas gotas en la boca de María y seguía relamiéndose, con la mitad de mi polla, metida en su boca, me entraron ganas de mear, pero no quería dejarla a medias, y quedarme yo también con las ganas de que me la siguiera comiendo, no intente contener mi meada, las primeras gotas de orina me comenzaron a salir, entonces la gire ciento ochenta grados, sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en el sofá, y yo encima con mi polla en su boca, comencé a mearme en ella.

No hizo ningún movimiento por evitar que mi meada entrará en su boca, al contrario seguía comiéndose las últimas gotas de leche y a beberse mi meada, lo cual le resulto casi imposible, mi meada se desbordaba por toda su cara, que ahora me parecía mucho mas viciosa. Cuando acabe me quede totalmente relajado como ella, permanecimos unos minutos, con mi polla dentro de su boca, antes de que nos levantáramos para asearnos.

Aunque no cruzamos ni una palabra mientras nos lavábamos y vestíamos, se que María había gozado como una perra, y yo también, entonces me vino de nuevo su cara de monjita, me parecía mentira la transformación que había sufrido, seguro que mis amigos ya conocían estas transformaciones y por eso habían insistido tanto en que la acompañara. De lo cual me alegro, lástima que tenga que embarcar me gustaría repetir la experiencia con esta linda zorrita.


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