Sale la luna de entre el ramaje de los árboles y yo la miro con cierta inquietud... mi frente pegada al cristal de la ventanilla del autobús... y mi abuelita ronca en el asiento contiguo... Volvemos de la peregrinación al Santuario de la Inmaculada... y yo sonrío... inmaculada iba yo y ahora más que culeada regreso a mi pueblo... suspiro y trago saliva, cierro mis ojos, y veo sus ojos verdes...Gonzalo... asi me dijo se llamaba... y yo soy Rita, le dije... No sé todavía cómo acabé en sus garras... debió embrujarme... no sé.. sólo sé que disfruté tanto en sus brazos y hoy me arrepiento... ¿ y si quedé preñada?... Oh no, noooo... Dios quiera y no... mi abue me mata... y si no me mata de seguro don Ramón Ventura... mi prometido... anciano flacucho y decrépito, cacique del pueblo... con quién mi abuela me va a casar en un mes... el 7 de abril, cumpleaños del anciano que quiere estrenarme como su regalo... pero... no puedo dejar de sonreir... mi abuelita ronca y yo suspiro... pienso en ese chavo tan guapo... ¡Gonzalo! y sus ojos endiablados ojos verdosos, su bigote bien cuidado, sus dientes blancos y perfectos.. y de repente su imagen se diluye sobre la faz redonda y plateada de la luna llena... y se forma ahora la carota del viejo horrible, arrugado, de dientes postizos amarillentos... Oh no...no... estoy más que muerta cuando en mi noche de bodas entre en mi el escuálido vejete y compruebe que no soy la niña inocente y pura que él piensa... ¿Qué rayos voy a hacer?... ha pagado un buen precio por mi himen que otro ha desgarrado... y el viejo que perdonó a mi abue la deuda que tenía y le devolvió la escritura de la finca nuestra cuando yo dije sí y acepté sus besos y caricias, en nuestra sala, bajo la supervisión de mi abuelita que fumaba su cigarro y siempre en adelante presente en nuestro platicar... y sólo de cuando en cuando que mi abue va al baño el asqueroso vetarro aventura un beso de esos lascivos sobre mi corpiño y su mano bajo mi vestido roza mis muslos... Sí, se ha contenido el anciano don Ramón Ventura y me va a matar a bastonazos esa noche que ya se acerca... ¡ay Dios mío!... pero yo no pensaba mientras me desnudaba deprisa Gonzalo, ese chavo que me hipnotizó con sus ojos de serpiente... y robó mi virtud... un abrir y cerrar de ojos de mi abuela, y yo gemía en ese rincón, detrás del Santuario de la Inmaculada... jamás habia sentido tanto disfrute, jamás había probado la virilidad de un hombre... y es algo más maravilloso de lo que me contaba mi prima Gertrudis antes de fugarse con ese soldado... Gonzalo me poseyó y yo gemí feliz y dichosa en sus garras... y su pene enorme me habitaba a profundidad... me sembró su semilla muy dentro... y temo que germine pronto... ¡Ay Dios mío!... ojalá y el autobús nunca llegue a San Telmo...
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