El aeropuerto

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Quiero contarte algo que me pasó, me pasará o he soñado. No estoy seguro. Pero está en mi cabeza.

Es invierno. Lo sé por la cantidad de nieve que veo a lo lejos sobre las montañas. No sé qué hago aquí. La mayoría de la gente parece esperar algo, y el resto se dirige con prisa a algún lugar. Todo es confuso. Se oye ruido por todas partes. 

Miro a un lado y a otro, creo que espero a alguien, pero no estoy seguro. Me siento a unos cuantos metros de un grupo de gente, creo que una familia, que no paran de reír en alto. Miro hacia abajo, perdiendo la mirada en el frío suelo de este aeropuerto.

Una sensación interna que no conozco recorre mi cuerpo una y otra vez. Sé que estás cerca. No sé quién eres, pero sé que estás cerca. Y sé que tu llegada lo cambiará todo. 

Sigo sentado, pero ya no hay nadie a mi alrededor. El ruido que había hasta ahora se ha transformado en un silencio pacífico, me gusta. Creo que puedo oír cómo golpean los copos de nieve frente a las grandes ventanas que hay enfrente mío. Pero esta sensación de tranquilidad dura poco. Sé que todo está a punto de cambiar, pero no sé por qué ni cómo.

No sé cuánto tiempo llevo aquí sentado. Podrían ser minutos, horas o días. El tiempo ha dejado de tener sentido. Nada tiene ningún sentido. Sólo tú. 

Un gran grupo de gente se empieza a acercar hacia mí. Yo estoy de espaldas a ellos, pero sé que se están acercando. Sé que estás entre ellos. Empiezo a oír tus pasos. No oigo los pasos de los demás, sólo los tuyos. Oigo tu respiración, que se mezcla con la mía. No sé quién eres, pero sé que estás más cerca de mí de lo que nunca lo has estado. 

Estoy de pie, frente a una de las grandes ventanas. A través de la ventana hay mucho movimiento, pero no lo veo. No veo nada. Sólo oigo tus pasos y nuestra respiración. Por fin, tu mano toca suavemente mi hombro. Me giro. Ya no hay vuelta atrás, estás a punto de cambiarlo todo. 

Estaba equivocado. Sí sé quien eres. Lo sé en cuanto te miro a los ojos. 

Tu mirada me dice que sabes quién soy. Sabes que vienes a cambiarlo todo. Sabes que eres mía, al igual que yo sé que soy tuyo. 

Creo que perdemos el control de todo. Ya no sé qué nos guía. No razono. No pienso. No hay nada más. Nunca antes había tenido las ganas o la necesidad de besar a alguien como te voy a besar. Te deseo como nunca he deseado a alguien. Y todo tu cuerpo me hace saber que me deseas de la misma manera. Estás temblando. No aguanto más. Te abrazo fuertemente porque eres mía, y te beso. 

Queremos más. Quiero salir de aquí, ir a cualquier lugar donde no haya gente, y desnudarte. Pero tú no. No quieres esperar. Ni tu cuerpo tampoco.

Me dices algo al oído. Te miro a los ojos mientras te cojo de la mano, y te llevo a mi imaginación. Aquí no hay nadie. Sólo tu y yo. 

Está oscuro. Pero podemos vernos. Nunca habíamos besado a nadie así. Siento que todo el amor del mundo se pasea entre nuestros labios. Y toda la pasión del mundo se acumula en mis manos. Siento que te quiero arrancar la ropa, pero me controlo. Hay una pared al lado nuestro. Giro tu cuerpo con fuerza de manera que quedas mirando hacia la pared. Apoyas tus brazos contra ésta. Seguimos besándonos. Nuestra respiración empieza a acelerarse. Mis manos recorren tu cuerpo a veces suavemente, a veces firmemente. Deseas ser mía. 

Seguimos besándonos. Mis manos siguen recorriendo tu cuerpo, ahora con más firmeza que suavidad. Tus brazos rodean mi cuello mientras empiezo a desnudarte lentamente. 


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