EL MUNDO MÁS HABITABLE
Ni la barba y el bigote hacen al hombre, ni dar muchas voces convencido de algo tienen porqué sentar cátedra u obedecer a una razón de ser, ni por uno figurarse ser quien uno es y no es en realidad o por jugar a serlo cayesen títulos del cielo, por arte de magia, que le capacitasen a uno para determinadas funciones, que viene a ser como decir que el hábito no hace al monje.
Y es que por más que se propusiese, nadie puede dejar de ser quien en realidad es, puesto que la realidad ya está inventada y la vida no puede reinventarse fácilmente y atribuirle un sentido nuevo a cuanto hay establecido. De lo contrario estaríamos oponiéndonos a mucha razón de ser de las cosas y tantos criterios que nos preceden.
Y cabe admitir lo establecido o jugar a concederse alguien potestades indebidas y hacer consistir los hechos según su antojo, que en tal caso pudiera resultar lícito cuando estas pretensiones quedasen relegadas a la misma persona, pero nunca impuestas tales pretensiones, que tal vez nadie puede ni debiera determinar, sirviesen para hacerlas cumplir sobre otras personas, en el margen de su libertad para decidir y obrar.
Tal vez todo esto resulte comprensible para mentes sensatas y justas que entienden al prójimo como alguien que debe respetársele en su integridad, así como dispusiera de una vida plena de derechos y libertades. Algo que para mí supone ser equitativos y justos. De lo contrario sería como malograr o impedir o cercenar cuanto uno es y pudiera ser. Todo un atentado contra lo que se supone debería pertenecerle a los seres humanos. Ya que la vida debería responder en la medida de lo posible en cuanto uno quisiera y pudiera hacerla consistir. Consideremos por tanto las cosas con el rigor que precisan que será un buen camino para el entendimiento y hacernos más dignos. Y hacer para la humanidad el mundo más habitable.
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