Se encontraba sola en casa. Siempre sola en casa. Sus padres estaban eternamente de viaje por trabajo. Aquello no era una familia y nunca lo había sido. Oscuridad. Siempre estaba sola. La luz la cegaba, la oscuridad iluminaba su alma. Desesperación. Odiaba todo lo material pero no podía odiar a nadie, porque para poder odiar a alguien primero tienes que reconocer su existencia. Únicamente los odiaba a ellos. De repente algo inusual. Una llamada. Abre los ojos para encontrar una oscuridad todavía mas profunda. Algo brilla, un destello, el teléfono. Solo desea que termine para poder seguir hundiéndose en las tinieblas. El teléfono no para de sonar. Utiliza su débil fuerza de voluntad para no gritar al teléfono que se detenga. Se acerca y descuelga. Balbuceos de un desconocido que informan. Sus padres han muerto. Balbuceos y luego nada. Cuelga el teléfono. Vuelve a su rincón oscuro. Un charco nauseabundo indica la posición, mezcla de lágrimas y desechos. Infamia. Se agacha y abraza las rodillas. Es feliz. Desgarra el silencio con una risa maníaca. Muy feliz. El sonido se va ahogando lentamente en su garganta. Agacha la cabeza y la pone entre las rodillas. Espera en esa posición la muerte. Finalmente feliz.
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