Soledad Nociva

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Mi vida se había convertido a la completa oscuridad. Cualquiera que me viera pensaría que soy una chica como cualquiera, pensarían que soy de esas chicas que una sonrisa o una cara bonita son suficientes para enamorarla.

Desde pequeña mi vida ha sido solitaria. Cuando era pequeña vivía en el centro de la ciudad, el lugar era hermoso. Debido a mi timidez, no tuve amigos. Me encerré en mi propio mundo. Pasaba mis horas libres encerrada en mi casa, leyendo algún libro o jugando con cualquier cosa. Mis padres me daban muchas comodidades, creo yo, les preocupaba verme así. Soy hija única, los años pasaron rápidos, y me quede sola.

Al cumplir 13 nos mudamos a un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad. Me matricularon en un colegio particular con la esperanza de conseguir algún amigo. En las tardes solo estudiaba, repasaba algunos apuntes y me sentaba en mi jardín a leer alguno que otro viejo libro. Por más que en el barrio hubiera muchos chicos de mi edad, no me intereso conseguir ningún tipo de amistad.

Mi madre, por otra parte, había decidido abrir un café. Fue ahí donde conocí a Pamela y Nicolás. Pamela se había convertido en mi primera amiga, aunque había algo en ella que no me gustaba. Nicolás en cambio se ganó mi confianza, sabia como hacerme reír. Todas las noches venía a mi casa, y ayudaba a mi madre en la atención del café. Con el tiempo se ganó no solo mi confianza, sino también la de mi madre. Siempre que salía, él me acompañaba. Cualquiera que nos viera, hubiese pensado que éramos enamorados.

Al año siguiente me matricularon en el colegio Pamela, fue ahí donde conocí a Andrés. En un comienzo no nos llevamos bien. La gente hablaba mal de él (con el tiempo descubriría porque), aunque a mí me parecía alguien en quien se confiar.

A los pocos días, Pamela, por problemas familiares, se tuvo que mudar. La estadía en el colegio se hizo muy difícil para mí. Nicolás estudiaba en la preparatoria y Andrés aun no era de confiar totalmente. Aunque sabía que tarde o temprano, tenía que hacerlo. Era el único amigo que tenía en el colegio.  Pasaron algunos días, y gracias a él fui conociendo más amigos, poco a poco fui perdiendo mi timidez.

Pasaron dos años y las cosas habían cambiado mucho. Pasaron muchas cosas antes que Nicolás se convirtiera en mi primer enamorado, lo único malo era que él era mayor que yo. Eso no le gusto a mi madre, que se opuso totalmente a nuestra relación. Desde entonces comenzaron los problemas con Nicolás. Poco a poco nos distanciamos más y más, discutíamos más seguido y la confianza que había entre nosotros desapareció.

Nadie nunca se enteró que entre Nicolás y yo hubiera algo. Todos pensaban que éramos primos. Todos pensaban que andábamos juntos porque él me cuidaba. Lastimosamente el secreto no duro mucho. Una noche Andrés vino a mi casa. Se le veía cansado y quería un café. Se sentó en una mesa de al fondo y le serví lo que me pidió. Horas antes había visto a Nicolás andar de la mano con otra chica, me sentía mal y necesitaba hablar con alguien. Me acerque a la mesa de Andrés y me senté con él. Conversamos alrededor de tres horas. El local estaba vacío. Mi madre nos sirvió algo de cenar, dijo que saldría un rato y nos dejó solos. Después de unos minutos me pregunto por Nicolás, y casi de inmediato me puse a llorar. No podía ocultarle nada, y le conté todo lo que había pasado con Nicolás. Se sorprendió mucho, y me brindó su apoyo. Desde entonces nos volvimos cómplices. En los meses siguientes nuestro trato cambio.

Yo era la chica orgullosa, a quien le costaba trabajo pedir perdón. No tenía miedo de ser como era frente a él. Había días en lo que simplemente nadie me soportaba, y él, a pesar de todo, estaba a mi lado. Siempre había sido torpe para algunas cosas, y los demás se aprovechaban de mí por eso. Andrés me cuidaba siempre, me defendía y siempre me hacia reír. A veces peleábamos y fingíamos discutir. Siempre se ponía en mi lugar, me daba consejos. Siempre traba de sonreír, aunque por dentro sabía que sufría. Había tanta confianza entre nosotros que compartíamos secretos, problemas, intimidades y travesuras. A pesar de que él fuera hombre, confiaba más en él que en cualquier otra chica. Ambos nos cuidábamos, había cariño. Se había convertido en mi hermano. Yo siempre trababa de ayudarlo cuando tenía problemas con su enamorada. Para mala suerte mi relación con Nicolás estaba destruida.

Un día en horas de clases, lo llame a un rincón. Nos sentamos juntos y le conté como había discutido con Nicolás la noche anterior, no pude aguantar el dolor, y empecé a llorar. Había mucha gente a mí alrededor, pero él era el único que podía ver mis lágrimas. Yo seguía sufriendo, pero seguía cometiendo el mismo error de todos los días…


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