Ese día no podía mirar nada en absoluto. Todo me daba vueltas, pero decidí tomar una cerveza más. Empecé a temblar y me desplomé entre mis amigos. Ingresé a un hospital donde ruido y luces blancas me rodeaban.
Traté de hablar. Traté de gritar y moverme, pero mi cuerpo era débil.
Nada pude hacer. Nada pudieron hacer.
Ese fue mi último momento, mi último recuerdo y mi último suspiro.
Mis amigos están a mi alrededor y yo los miro desde un ataúd.
¿Por qué me pidieron que bebiera? ¿Por qué acepté? ¿Por qué no les dije que ya no quería tomar?
Miro a mis padres. Mi madre grita; no quiere abandonar mi cuerpo. Mi padre es fuerte, pero veo que le cuesta mantenerse en pie. Ahora hay lágrimas en sus rostros, pero el mío ya no puede llorar. Ya no puedo decirles que los amo, que no quería más cerveza y que los voy a extrañar. Ya no puedo porque he muerto; ahora estoy en otro lugar...
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