El perro negro (parte 2)
Por Eduardo
Enviado el 01/11/2013, clasificado en Terror / miedo
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Tantas historias espeluznantes circulaban por el pueblo y nadie podía asegurar que no eran ciertas. A veces gente sana inesperadamente caía en cama y después de unos días empezaba a ver sombras y escuchar carcajadas en su lecho de agonía hasta morir extrañamente.
Después que dejáramos atrás al viejo, caminamos más despacio, descansábamos en cortos intervalos. Y de vez en cuando volvíamos el rostro con la esperanza de ver su silueta aparecer en la densa niebla. Sin embargo no fue así, nunca nos alcanzó.
-A lo mejor se regresó-decía Pedro
-No creo-contestaba mi papá-tenía muchas ganas de venir al encuentro
Faltaban como dos kilómetros y decidimos esperar al viejo para que nos diera alcance. Teníamos los hombros apoyados en unos árboles, cuando de pronto se escuchó una especie de alarido espectral, las aves a lo lejos zumbaban alejándose rápidamente. Nos quedamos atónitos. El aullido se acercaba más y más hacia nosotros, pensé que podía tratarse de un coyote o un perro rabioso, aunque su aullido era áspero y hueco como sí no brotase de garganta alguna. A gran distancia y en la misma dirección se escuchaba él acercarse de un remolino. Conforme el aullido de la desconocida bestia avanzaba, el crujir de los arboles rugía a la par. Para defendernos de lo que pudiera ser, nos armamos de piedras las más puntiagudas que encontramos. Pero después de unos minutos se tornó un silencio sepulcral, ni siquiera el viento silbaba. Nos disponíamos a dar la vuelta para reanudar la marcha. Cuando de repente como a unos cincuenta metros en la espesa niebla apareció una sombra terrorífica, una especie de perro negro gigante con los ojos como bolas de fuego destellando un brillo infernal. El terror se asomó en los desorbitados ojos de Pedro que inmovilizado dejo caer las piedras que había recogido, mi papá se había acercado a mí abrasándome según para protegerme. Mis piernas me temblaban, quería salir huyendo pero mi papá me sujetaba fuertemente y en nuestra desesperación sabíamos que aquella terrible vestía no era normal y los tres empezamos a rezar el padre nuestro con voz entre cortada. Solo fueron necesarios unos segundos y la terrorífica vestía pazo rápidamente desapareciendo en la lejanía, dejando impregnado el aire de un olor podrido. Que hasta el día de hoy puedo oler cuando despierto de las horribles pesadillas que me atormentan cada noche.
Después de un buen rato recobramos el aliento y nos acordamos del viejo. Y pensando que no le habían atacado al igual que nosotros seguimos la marcha a buen paso con tal de esperarle a la salida del camino. En todo el transcurso marchamos rezando continuamente a San Miguel Arcángel azote de los espíritus malignos. Pero el espantoso perro ya no apareció. Más la sorpresa final nos volvería dejar sin aliento por el resto de nuestras vidas.
Un rato más tarde nos encontrábamos bajo unos pinos a la entrada del pueblo, alrededor había centenares de flores silvestres todas negras con delgados tallos rojizos. Todo era silencio solo el viento soplaba ladeando las flores y las delgadas ramas de los árboles en aquel extenso valle amarillento. Allí permanecimos un rato en espera del viejo, al no existir otro camino a fuerzas tenía que pasar por esa entrada. Tardamos esperándolo, como nunca llego pensamos se había regresado y entramos al pueblo. Cruzamos varias calles doblando a izquierda y derecha hasta llegar a una tienda donde compramos un café muy caliente que nos lo sirvieron en unos jarritos de barro. Después nos dirigimos al punto de encuentro que era una especie de galerilla con techo de lámina y paredes de bambú cubiertas con barro grisáceo.
Cuando llegamos a la pequeña galera, a una corta distancia vimos al viejo sentado muy a gusto en un taburete, platicaba con otro anciano. Y como si supiese que estábamos a sus espaldas, volvió el rostro, sonrió burlonamente con su sonrisa retorcida y siniestra. El viejo se había convertido en perro.
Tiempo después se le encontró culpable de haber asesinado y devorado a dos niños de S Con ayuda de sus conjuros infernales.
Murió en la orca él 27 de febrero de 1817. Sin embargo antes de morir juro que al cumplirse 27 años se levantaría de la tumba para cobrar venganza. Yo huí muy lejos con mi familia, aun así me encuentro aterrorizado porque ya faltan tres días para que se cumpla la predicción hecha por el viejo maldito
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