Hablemos del silencio, ese que a veces
clama a gritos, su derecho a ser escuchado.
Silencio que vive en los recovecos, que existen
entre dos palabras, dos miradas, dos caricias.
Que nos atormenta, sin que sepamos muy bien
porque o nos alivia de nuestras cargas, demasiado
pesadas.
Saborear la ausencia, impregnarse de la presencia,
hasta que el sonido del agua, que golpea el cristal
de una ventana, me recuerda que este es un
mundo de sonidos, a menudo intempestivos y irritantes.
Me gustaban, los silencios que de vez en cuando
paseaban entre nosotros, mucho mas elocuentes,
que unas simples y limitadas palabras.
A la palabra se la llevo el viento de la tormenta
que se avecinaba, hacia aquel lejano olvido.
Pero al silencio que sobrevino después, nada, ni nadie
pudo llevárselo, por aquí se ha quedado, ha pasar
el invierno, a mi lado.
No estoy loco, cuando digo, que recuerdo mas silencios
que palabras.
Sobre todo.............el ultimo.
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