Las aventuras de Sonia e Inés (parte 1 de 9)

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El ronroneo del tren meció a Inés suavemente y terminó por cerrar sus agotados ojos, dejándola acunada en los brazos de Morfeo. Estaba cansada, había dormido poco la noche anterior.

Mark y ella habían batido esa noche su propio record de resistencia, con más de dos horas de sexo, en la que habían hecho un recorrido por la mayoría de posturas, que a ellos más les gustaban.

Además se había levantado a las 05.02 de la mañana, pues el tren que había reservado partía a las 06.15 de la estación y a ella le gustaba ese horario y ese tren para viajar a Madrid.

Se duchó con su jabón de aroma de canela y se vistió rápidamente, para cumplir con el horario previsto.

De camino a la estación pasó por casa de Sonia, quien la esperaba en el portal del edificio, con una pequeña maleta y las manos metidas en los bolsillos.

El taxista metió la maleta de Sonia en el maletero del vehiculo, mientras ellas se saludaban cariñosamente.

-                    Buenos días, preciosa – dijo Inés

-                    Buenos días, cariño – respondió Sonia

-                    Uff, estoy cansadísima, apenas he pegado ojo en toda la noche. Ayer Mark se despidió de mi como si pensara que no volveríamos a vernos nunca, luego te doy los detalles – dijo Inés frotándose los ojos.

-                    Estoy deseando – replicó Sonia.

Tomaron un café en el bar de la estación, mientras esperaban la llegada del tren; las dos estaban emocionadas y ansiosas porque comenzara aquella aventura.

El viaje había sido idea de Inés, quien lo había planeado todo, no sin cierta ayuda de Mark, para pasar un fin de semana con su amiga, lejos de casa y de Mark; un auténtico “viaje de chicas”, del que Sonia no tenía ni idea, ni de a dónde iban, ni qué demonios harían una vez allí, pero como de costumbre, se dejaba llevar por lo que el destino tuviera preparado para ella. Sabía que su amiga no la defraudaría.

A esas horas de la mañana, o mas bien de la noche, a juzgar por la oscuridad del paisaje, el vagón de clase preferente solía ir casi vacío, al menos la primera hora de viaje. Tanto era así, que en todo el vagón de las chicas, no había ningún otro viajero cuando el tren arrancó.

Inés comenzó a narrarle a Sonia, lo que Mark y ella habían estado haciendo la noche anterior, recreándose en cada pequeño detalle.

A Sonia le excitaba mucho oír a su amiga hablar de sexo, especialmente cuando nombraba a Mark. Le recordaba aquella primera noche en que tuvieron sexo juntos, no hacía mucho tiempo.

- Anoche me estuvo comiendo el coño durante más de 20 minutos. Lo sé porque últimamente le gusta poner “Older” de George Michael y las tres primeras canciones tuve su cabeza entre mis piernas y su lengua entre mis labios – susurró Inés.

- ¿Mark lo hace mejor que nadie, verdad? A mi me vuelve loca cada vez que se me mete ahí abajo, creo que un día lo voy a dejar calvo de tantos tirones de pelo que le doy – contestó Sonia.

- Pues espera que eso fue solo el principio, en cuanto consiguió que me corriera a lametones, se incorporó y se puso encima de mí, con los brazos rectos, sujetando su cuerpo para no aplastarme, mientras me bombeaba con fuerza. Uff no tardé casi nada en correrme de nuevo – añadió Inés.

- Sigue, sigue, que me estoy poniendo muy cachonda – rió con picardía Sonia.

Inés continuó el relato de la noche anterior, adornándose al relatar cada postura, cada empujón, cada orgasmo, tal como le había pedido su amiga.

- Y finalmente me puso boca abajo, me dio mi vibrador pequeño para que yo siguiera jugando y me penetró por detrás. Dios me volví loca con aquella sensación, era como si estuviera follando con dos tíos a la vez, no sabía si concentrarme en Mark y mi culo o en el vibrador y mi coño; te juro que si hubiera tenido una polla más, me la habría echado a la boca – dijo excitadísima Inés.

- ¿Alguna vez has estado con dos hombres a la vez? – preguntó Sonia.

- Todavía no – contestó riendo Inés. - ¿y tu?

- Un par de veces, con unos amigos de la playa. La verdad es que acabas agotada y con agujetas en las piernas y el cuello, pero es una sensación increíblemente placentera – respondió Sonia.

- ¿Por qué en el cuello? – continuó Inés

- Porque cuando follas con dos tíos a la vez, tienes casi todo el tiempo dos agujeros “trabajando” y el 90 por ciento del tiempo la boca es uno de ellos, piénsalo. Que te den por delante y por detrás a la vez, es bastante incómodo, así que mejor una en la boca y la otra donde ella quiera – contestó Sonia.

Sonia no llevaba ropa interior, vestía una falda azul con puntitos blancos y una camisa blanca de manga corta, con el cuello muy ancho, que mostraba su cuello y la parte superior de su pecho. Adoraba la sensación de no llevar bragas, le excitaba pensar que la gente que estaba cerca de ella, se escandalizaría si lo descubría, aunque eso nunca pasaba.

El relato de Inés había humedecido el sexo de Sonia, su imaginación la había llevado a visualizar a sus amigos teniendo sexo y a recordar sus escarceos con Mark, y aquella vez en que los tres habían compartido cama.

Miró hacia atrás para asegurarse de que nadie más viajaba con ellas en el vagón, dispuso sobre su regazo la chaqueta vaquera, que llevaba anudada a la cintura y sacó de su bolso un pequeño vibrador rosa, que Inés le había regalado unos meses antes.

- Avísame si viene alguien – dijo Sonia cerrando los ojos.

Metió su mano bajo la chaqueta y encendió el juguete, que reproducía un sonido como el de la vibración de un móvil cuando está en silencio.

Inés comprobó que nadie hubiera entrado en el vagón, como había hecho su amiga un instante antes y se asomó por la puerta, para comprobar que el revisor no andara cerca.

- No hay moros en la costa, yo vigilo – susurró al oído de Sonia, tan cerca que sus labios rozaron el lóbulo de la oreja de la chica.

- ¡Ummhh! – gimió suavemente complacida Sonia, mientras su cuerpo se retorcía de placer y su mano, aceleraba el ritmo al que introducía el vibrador en su vagina.

La mano de Inés comenzó a colarse, instintivamente, casi sin saber por qué, bajo la prenda que cubría las piernas de Sonia y comenzó a acariciar sus muslos.

Tras los muslos llegó al sexo de su amiga y aferró su mano a la de Sonia, acompañando los movimientos que ésta hacía con el vibrador.

Sonia abrió ligeramente los ojos y observó a Inés, que tenía cerrados los suyos, la boca entreabierta y comenzaba a respirar profundamente. Deslizó con delicadeza su mano derecha, sobre los pantalones de Inés y acarició la entrepierna de su amiga, por encima de la ropa.


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