Cogió la mochila, puso tierra de por medio y se marchó lejos, muy lejos, allá dónde la tierra se junta con el mar, dónde no queda mas norte al que ir, dónde en el cielo cambia de color y la naturaleza sorprende.
Ella sabía por qué lo hacía, aunque nunca dió las explicaciones que la gente quería escuchar, y todos la tacharon como acto de cobardía, sin embargo, si la hubieran escuchado entre sus tímidas palabras y los últimos sollozos de despedida, quizás hubieran descubierto que más que cobardía, era valentía. Un acto de valentía del que ni siquiera ella sabía que era capaz, pero un día, sin más, ocurrió.
Allí llegó, con pocas cosas materiales, pero con ganas de crecer como persona, de aprender de todo lo que la rodeaba, de escuchar a las nuevas gentes que conocería, de escuchar el mar, y todo lo que esta nueva tierra le tenía preparado.
Pese a que los días allí se juntaban con la melancolía de estar lejos de los suyos, sabía que estaba en el lugar correcto, en el momento justo, y eso la ayudaba a seguir, al igual que la cabina roja antigua de teléfono que había al final de la calle principal, enfrente de aquella pequeña pero maravillosa playa, y desde dónde contaba diferentes estados de ánimo según con quien hablaba.
Pero una noche, después de disfrutar del cielo estrellado y de la aurora boreal, cogió un par de monedas y marcó aquel número de teléfono que hacía tanto que no marcaba, si bien sabía que nunca podría olvidarlo. Después de pasar más minutos de los que ella pensaba hablando, lo tuvo claro, supo que ya era momento de regresar a su casa, dónde todos la habían rogado que volviera cuánto antes, incluído él.
Sólo así pudo comprender cuánto la echaban de menos.
A su regreso todo fueron alegrías, todos la esperaban con los brazos abiertos y gratas sorpresas, y sorprendió a todos con sus relatos de las aventuras de auqllos días.
Su vida no pudo ir mejor, familia, amistad, amor; y aunque se prometió que volvería al lugar que la cambió y en el que todo comenzó, también se prometió algo que cumplió el resto de su vida, seguir mirando al cielo.
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