Lluvia que abates incierta desde paisaje imperecedero...desconocido por tantos. Te miro con asombro, originas conmoción de libertad, de huida de vagar sin equipaje. En tu gemido no concurren los ingredientes prosaicos de este universo áspero. No pienso más que en la colindante distancia ansiada por mi alma, tú te unes a la perspectiva y advierto que cada instante me voy arrimando más a ti. En la urbe me gusta contemplarte mientras la pobre lumbre se resguarda con vampiros de tela el suelo queda brillante y vaporoso por el respirar y los tubos de escape de los vehículos. Los neones te reflejan, los fanales te manifiestan y la oscuridad de las sombras de la mañana te delata. Eres solitaria en el camino seré tu compañero, gritas que me aleje contigo, que examine anónimos rumbos que me disipe para toparme, favoreces la inspiración creativa, eres morriña, remembranza de tantos días y tantas noches transitadas, confidente y apegada te recreo tras los cristales de la guagua, llorando sentada en un tronco arcaico no consigo relegar los pasos venideros, la música campesina, tu olor, das la vida por la Natura veo crecer a mi hija en el jardín como un arbolito más, ojotriste, ojomelancólico chapoteas los charcos en el barrio, en las aldeas, las montañas, las calles estrechitas y las grandes avenidas, los bancos de piedras preciosas de la aurora y los guijarros del ocaso aterrizas en los cielos y en las tumbas veneradas con flores plastificadas siempre te conmemoraré allá en lo alto del campanario, junto al heno de los pajares, la veleta y el reloj inmóvil de la torre.
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