Las apariencias engañana (10ª parte)

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Lucía no pudo dormir en toda la noche, demasiadas emociones a las que no estaba acostumbrada, ver que David le hacía caso le había subido la autoestima, se había sentido deseada de algún modo. Por otro lado las palabras de Javier le seguían persiguiendo “no soporto verte con ese” ¿Qué querría decirle con esas palabras? O es que tal vez solo era la embriaguez la que hablaba y ni sabía con quien lo hacía, tal vez la confundió con otra persona o simplemente la tomó con ella como lo podría haber hecho con cualquier chica que se hubiera cruzado en su camino. Tal vez es que no se lleva bien con David y le quería fastidiar. Lucía se hacía miles de preguntas y no tenía respuestas para ninguna, todo quedaba en el aire y eso la mortificaba, se moría por saber el motivo de aquellas palabras.

Ansiosa con toda esa situación decidió salir a correr como hacía casi cada día desde hacía un par de meses, mientras corría no pensaba, se concentraba en correr y en quemar las supuestas calorías que consumía.

Desayunó un vaso enorme de agua, se puso la ropa de deporte y salió a correr por el paseo marítimo, le encantaba ver el amanecer mientras corría.

Lucía iba ensimismada en sus pensamientos, concentrada en el ejercicio y en lo bien que le hacía sentirse cada vez mas delgada, llevaba un ritmo bastante rápido cuando le sonó el móvil sacándola de sus pensamientos bruscamente, quien sería a esas horas un domingo por la mañana. Miró la pantalla no conocía al remitente.

-       ¿Sí, dígame? – contestó al teléfono bastante intrigada.

-       ¿Lucía?, soy David, perdona que te llame tan temprano,¿te he despertado?, preguntó David cauteloso.

-       No, que va David, estaba corriendo, no suelo dormir demasiado.- Contestó Lucía contenta por escuchar a David.

-       Jolines, que humor tienes, ¿no? a mi me hacen salir ahora a correr y prefiero que me claven agujas debajo de las uñas- Dijo David bromeando.

-       No es para tanto hombre- Rió Lucía- y ¿en que te puedo ayudar David?

-       Bueno…- Dijo titubeando. – es que estaba preocupadillo, ayer me fui a casa mosqueado con todo lo que pasó y quería saber como te encontrabas…

-       Estoy bien David, no le he dado mas importancia – mintió- seguro que hoy ni se acuerda.

-       Bueno, yo por si acaso no le voy a perder de vista.

-       Tranquilo, Javi no sabe ni que existo – dijo Lucía convencida.

-       ¿Qué no sabe que existes?- contestó exagerando la pregunta- preciosa, te puedo asegurar que sabe perfectamente que existes y por eso mismo no le voy a perder de vista – dijo queriendo aparentar que bromeaba.- y cambiando de tema- Dijo en tono pícaro.- ya que estás despierta y yo también ¿te puedo invitar a desayunar?

-       Gracias David, pero ya he desayunado – Contestó Lucía, incómoda, comer era algo que nunca hacía delante de nadie, se sentía como un animal, era una sensación tan mala que la evitaba de todas las formas posibles.

-       ¡OOOH!- dijo David apenado- Bueno pues te invito a comer, o a merendar, o a cenar, si puedes y quieres claro – Insistió.

-       Hoy no puedo David, lo siento mucho, tengo cosas que hacer – dijo Lucía apenada- tal vez otro día, pero hoy imposible, lo siento David.

-       No mujer, tranquila, si no puedes no pasa nada, aunque me da mucha pena, tenía ganas de verte.- Dijo David desilusionado. – bueno, otro día te llamo, o te mando un mensaje y quedamos, ¿vale?

-       Claro David, otro día quedamos- contestó algo incómoda, no le gustaba mentir, aunque últimamente lo hacía mucho. – voy a seguir corriendo que me voy a enfriar- dijo ansiosa por dejar de hablar con el.

-       Vale preciosa, te llamo pronto- se despidió David entristecido, se había dado cuenta de que algo había cambiado en la forma de hablar de Lucía, ¿qué le habría molestado?

-       Genial David, un beso – colgó el teléfono.

 

Lucía siguió corriendo, cada vez mas rápido, necesitaba sacarse de la cabeza a David y su invitación, ella no podía quedar con el ni con nadie para comer, ni cenar, ni para nada que supusiera ingerir alimentos, ella no podía engordar, de eso dependía su felicidad.

Siguió corriendo desesperadamente hasta que su propio cuerpo le obligó a parar y agotada se sentó en la acera del paseo, con la cabeza entre las piernas, derrotada.

Miles de pensamientos y recuerdos mezclados se agolpaban en su cabeza. Recordaba como Javier se reía de ella cuando jugaban al pilla pilla de niños y ella nunca les alcazaba, el y su hermano la llamaban la vaquita Luci. Se acordaba de cómo su madre le retiraba el plato de la mesa diciéndole, delante de toda su familia, que si seguía comiendo nadie la querría, ellos la llamaban Gordi, tal vez de forma cariñosa, pero a ella esa palabra la mortificaba. Se acordaba de su profesor de ciencias naturales pintándola en la pizarra como un gran círculo mientras que a sus compañeras las pintaba con un palito, no se explicaba como un profesor la podía haber humillado de aquella manera, supuestamente los tenía que educar y no alentar a discriminar a un compañero.

 Todos esos malos recuerdos de su infancia se agolpaban en su cabeza creando una gran bola de tristeza, la atormentaban, ella no quería ser la vaquita Luci, ni la Gordi, ni un gran círculo en una pizarra, ella solo deseaba que alguien la quisiera, que alguien la conociera de verdad, que alguien la viera como era en realidad.

-       No quiero- Grito Lucia – No quiero, no voy a ser nunca mas esa persona – Se dijo a si misma llorando desesperada y en voz alta.

 

Lucía se levantó y caminó en dirección a su casa repitiéndose que esa persona a la que todo el mundo podía insultar había muerto, que nunca permitiría que nadie volviera a reírse de ella, que nunca permitiría que nadie le volviera a hacer daño.

 

Por desgracia las malas experiencias que había vivido Lucía en su infancia no le dejaban ver mas allá, se había creado su propia percepción de todo lo que acontecía a su alrededor haciendo imposible que viera cualquier posibilidad de que alguien la quisiera de verdad.

 

Lucía iba ensimismada, mirando al suelo y llorando en silencio tras su lucha interna cuando llegó al portal de su casa, alguien la llamó por su nombre desde atrás y la sobresaltó, se giró enseguida y cual fue su sorpresa cuando por segunda vez en menos de 24 horas se encontraba a Javier delante de ella.


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