LA COMEDIA DEDIOS
Estaba Dios observando desde el cielo, en una de sus visitas ala Tierra, para ver cómo andaba todo y a su vez decidir, y como no para ver si alguien debiera acabar sus días aquí por el globo terráqueo. Cual sería su sorpresa al avistar un pueblo del Norte de España, que en aquel momento era de noche. Por lo que pensaba encontrar a todo el mundo durmiendo, ya que además era septiembre, al día siguiente era laborable y por lo avanzada de la noche. Su sorpresa surgiría al ver un grupo de gente como si de una procesión religiosa se tratase ante un edificio, todos expectantes. Pensó nuestro Dios que vaya en qué menesteres tan extraños ocupaban algunos su tiempo. Por lo que meditó profundamente que hacer con cada uno de ellos. Entre ellos se encontraba uno que era bastante obeso y pensó que ésta era carga pesada para poder hacerla ascender, por lo que mientras se las ingeniaba para poder hacerlo ascender, decidió que lo mantendría danzando por aquí. Luego había otro al que observaba con un catalejo muy atentamente y no dando crédito a lo que veía, sin soltar el catalejo decía: así que ese tunante hablando en mi nombre, quedando perplejo por cuanto algunos llegaban a permitirse a su costa, y había decidido dejarlo con vida para poder seguir sorprendiéndose. También había entre estos, uno que se ufanaba de su grandeza, de lo sabio que era, de lo graciosísimo que era sin hacer, realmente, ninguna gracia en lo que él lo hacía suponer, a la vez que se creía que estaba por encima de todo y sentía ser muy poderoso, por cuanto ocurría. Lo cual a Dios no le permitía salir de su asombro, a la vez que le producía una enorme gracia, él que alguien pudiera creerse tanto y en realidad estuviera todo tan completamente alejado de la realidad. Que hasta el mismo Dios por momentos no lograba contenerse y acababa doblado de la risa al verlo, y alguna vez había llegado a caerse del descojone, y como Dios también debía tener bastante sentido del humor, había decidido mantenerlo aquí algún tiempo más y poder soltar de vez en cuando alguna que otra carcajada a su costa. Al parecer venía éste instruido por alguien semejante, en cuanto criterios para regirse, obrar y en que hacer residir todo. El grupo cómo no, también estaba formado por una devota infatigable de esta causa y que era mujer próxima a quien era objeto de semejante desmadre. A lo que Dios decía al verla:¡menuda está hecha!¡si será !. Mientras que otra de las allegadas debía tener complejo de soprano pues daba sonoras voces en medio de la noche y por momentos sólo se le llegaba a escuchar a ella, algo que ocurría con relativa frecuencia. Además se encontraban algunos, un tanto ajenos al origen y el sentido de dicho movimiento, los cuales hacían intromisiones esporádicas y más bien contemporizadoras, con todo lo que allí pasaba, sin saber nadie muy bien en qué debía consistir todo esto. Dios en su larga vida no había contemplado espectáculo semejante y más bien por el interés cómo la gracia que le producía todo esto, qué porque esto fuese merecedor de ser presenciado, había decidido, por el momento, dejar que prosiguiese cuanto allí acontecía. Y a ver en la siguiente visita, a estos terrícolas, que había sucedido con tan singular grupo y no menos extraña, singular forma de proceder.
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