Esta noche, cuando llegue a mi casa,
voy a sacarme los ojos.
Después de cenar alguna cosa fría
y mirar el último partido de fútbol
por la televisión
voy a sacarme los ojos.
Luego de tenderme como un bulto
sobre mi sofá de cuero negro,
con las manos temblorosas, con el pelo sucio
y ese dolor de espalda que me viene
después de un largo día de trabajo
voy a sacarme los ojos.
Para no llorar otra vez en el piso,
para no llorar de asco y de rabia
porque no logré la taumaturgia
y la realidad es siempre otra,
para no llamarte puta
voy a sacarme los ojos.
Porque quiero al fin obviar la metosis
e ignorar si estás o no, si eres o no
en un súbito arranque de cinismo
y al amparo de mis noches de soltero,
voy a sacarme los ojos de cuajo,
voy a reventar el humor vítreo entre mis dedos,
voy a tirar del músculo ciliar hasta cortarlo
con iris, retinas y córneas
que caerán sobre baldosas azules
exorcizando todas las imágenes,
que rodarán escaleras abajo
como canicas hambrientas, solas,
mirándome
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