TRISTES REALIDADES

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                         TRISTES REALIDADES

 

Sería deseable convivir con ciertas formas de belleza moral, tal vez las primordiales y aún no logradas por muchos, como por ejemplo: bueno sería conseguir un mundo sumamente habitable y justo para todos, opuesto a esas valoraciones negativas que corren por ahí y que conllevan un sinfín de maledicencia en sus juicios, un tanto deshumanizados y en gran medida gratuitos sobre el prójimo, en detrimento de cuanto somos como personas. Por desgracia es ésta una práctica bastante propagada; ¿quién se ha librado de esas descalificaciones que nos asaltan? A veces parece tener razón Thomas Hobbes cuando dice “el hombre es un lobo para todo otro hombre”, o por parte de otros considerando que “el hacerse hombre consistiera en hacerse malo”. Dando a entender una forma de ser o comportarse que reposa en la ausencia de compromisos más racionales. De este modo Hitler, Adolf Hitler, sería para especies sin escrúpulos el hombre por excelencia y todo lo que supuso.

Muchos pierden la capacidad de discernir lo que debería ser una persona cabal de aquello en lo que acaba convirtiéndose.

Algunos individuos utilizan el miedo para conseguir sus fines, en algunos casos llevados a casos extremos que conducen a la propia muerte del otro.

Tal vez hay gente que discurre, va un poco más allá y sabe que no es la finalidad de una existencia, tropelías de mala catadura y que el provecho común resulta más favorable y productivo para todos. Sería preciso que la libertad de algunos no llegara a suponer necesariamente acotamientos con respecto a los derechos de los demás. Debiendo entenderse a pesar de ciertas complejidades del asunto tratado, que no se puede transigir con injusticias posibles de justificar. Pudiera reducirse en ocasiones a distinguir y sopesar entre un bien a cualquier precio y un mal imperdonable.

Los modelos que la sociedad presenta e insta a seguir se oponen a seguir se oponen a la ética, la moralidad, que alguna vez defendió la razón. No debiendo de extinguirse los valores humanos y nos volvamos seres insensatos. A mi parecer está a nuestra merced alcanzar horizontes más esperanzadores y dignos.

Ya decía Alberte Einstein, junto a Rusell, en un manifiesto sobre la paz, en 1955: ¿Acabaremos con la raza humana o renunciará la humanidad a la guerra?”

Acabando diciéndonos: “Piensa en la humanidad, olvida el resto”. Y puesto que vivimos en una civilización, se sobreentiende por ello que quien vive en ella debería ser civilizado. Pese a no ser tal e un hombre civilizado por naturaleza como decía el ya citado Hobbes. Más optimistas son las doctrinas de Rousseau, que postula un estado de naturaleza bondadoso.

Más alentador al menos resulta que Locke insta al individuo a hacer uso del derecho a resistirse a un soberano injusto. Partiendo de Hobbes que decía que solamente la monarquía absoluta o el poder absoluto encarnado en una persona pueden garantizar la paz y la seguridad de todos los hombre.

Sólo entendiendo esto en el mejor sentido posible podría ser admitido, y podría traducirse según Hobbes, que quienes disponen de un cierto poder deberían ejercerlo por el bien de todos y de manera que procuren dicha paz.

 

 

 

 

 

Pero a la postre no se entiende sin la propia libertad humana para ejercer el control debido bajo las normas que dicta la razón. Esto nos llevaría a Kant, que dice más o menos: “Elige como norma de tu conducta aquello que quisieras ver convertido en norma universal”.


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