Las flores azules 2/2
Por Aurokundala
Enviado el 15/11/2013, clasificado en Ciencia ficción
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Cuando las plantas comenzaron a desarrollarse, Nadín se asombró ante la increíble belleza de las especies, en especial un grupo de flores azules de gran tamaño, que se reproducían con una velocidad increíble. El horticultor se atrevió a plantar estas semillas fuera del invernadero, en el jardín de su casa, para que adornaran el espacio con su hermosura.
Curiosamente su amiga, durante un nuevo contacto, le cuenta que en su jardín también ha plantado las mismas flores que él. Ella también está enamorada del tamaño y del color que tienen sus pétalos, de un azul profundo. Nadín le pregunta cuál es el origen de la especie. Ella le dice que se la ha regalado un visitante del sistema Tri-solar Hafpdem.
Nadín le pide (en secreto) a uno de sus robots que averigüe todo lo que pueda sobre ese lejano sistema solar. Mientras tanto descubre maravillado que las flores han pasado con creces los límites de su jardín, y que ya cubren gran parte del terreno en donde está asentada su casa. Con el paso de los días, las flores se expanden hasta las faldas del cerro, y esto le parece preocupante. Le encarga a uno de sus robots que extraiga todas las flores de raíz.
Esa noche Nadín no logra comunicarse con su amiga. Al otro día sí lo logra y ella le cuenta que en su casa ha ocurrido lo mismo con las flores, pero ella no se preocupa, sino que le parece bellísimo. Además ella le cuenta que en su planeta han decidido utilizar esas agradables flores para adornar todos los espacios públicos, tanto urbanos como rurales. Nadín siente que se está enamorando de su amiga invisible, aunque ya no exista. Pero ella es tan real como yo, piensa, melancólico. Al parecer le falta compañía de seres orgánicos como él.
A los dos días de haber exterminado las flores de la colina, Nadín descubre que están nuevamente ahí, y que ya han llegado casi a la cima de la montaña. Es impresionante ver el paisaje completamente cubierto de azul. El horticultor se encoje de hombros y le dice a sus robots que ya no hay nada que hacer, la semillas están completamente esparcidas y sería un trabajo prácticamente imposible localizarlas todas y retirarlas de la tierra. De todas maneras le produce una profunda inquietud la transformación del paisaje de su luna.
Su amiga le cuenta que en el planeta Luminaria lo de las flores ha dado gran resultado. La gente está feliz con la transformación de los espacios públicos, ahora todos teñidos de azul. Sin embargo, le cuenta que hay gente descontenta con la medida, argumentando que la falta de variedad en el colorido puede dañar la vista de las personas, y también sus estados de ánimo. Ella se mantiene ajena a toda esta polémica, pues se encuentra en una estación alejada de cualquier centro urbano. Sin embargo, se ha percatado de que el perfume de las flores ha impregnado por completo el aire de la atmósfera. No es un olor desagradable, pero a veces le gustaría no sentirlo.
A los pocos días Nadín se da cuenta de que en su luna empieza a suceder lo mismo. La atmósfera se ha impregnado con un profundo olor que sería imposible de describir. Es un olor floral, de eso no cabe duda, pero tan penetrante, que es imposible abstraerse de él. Sus robots no han sido creados para percibir olores, por lo que no entienden lo que le sucede al botánico.
Una noche comienza a llover y Nadín se refugia en su casa junto con sus robots. Llueve toda la noche y todo el día siguiente. Al atardecer comienza a cesar la precipitación, y el horticultor se comunica con su amiga. Ella le cuenta que en su planeta faltan dos días para que empiecen las lluvias. A ella le encanta la lluvia, y la espera con ansia. Entonces Nadín decide decirle lo que siente por ella, siempre ocultándole la información que sabe sobre el tiempo en el que ella vive. Ella también le corresponde con el mismo sentimiento. De pronto Nadín siente un olor tan fuerte, que debe interrumpir su conversación y salir a ver de dónde proviene. Al salir de la casa se encuentra envuelto en una densa neblina de color azul que comienza a asfixiarlo. Apenas logra pedirle ayuda a sus robots, que lo recogen y lo vuelven a meter dentro de la casa. Pero ya es demasiado tarde, la neblina ha entrado en la casa, y los androides no logran evitar que Nadín muera asfixiado. Su cuerpo queda rígido sobre el piso. En pocas horas las autoridades del centro deberán ser informadas acerca del desgraciado incidente.
Los robots se han encargado del cadáver. A los pocos días la voz de la mujer trata de comunicarse con Nadín. A pesar de que nadie le responde, se la escucha decir que está sucediendo algo horrible en su planeta. Desde que empezó a llover, todos comenzaron a morir debido a una tóxica nube de color azul que llenó por completo la atmósfera. En su casa también se asentó la neblina azul, pero ella alcanzó a refugiarse en una cámara hermética, y logró liberarse de la neblina. La científica se asombra al percatarse de que esta vez quien le responde es un robot. El androide le cuenta que su dueño ha muerto asfixiado a causa de la neblina. Le explica que ella también morirá, que de hecho está muerta, hace cientos de años que dejó de existir, junto con toda la vida orgánica de su planeta, por culpa de unas flores que liberaban un tóxico veneno al contacto con la lluvia.
Los robots, una vez que cesó la lluvia y se disipó la tóxica neblina azul, constataron que en la luna no quedó rastro de vida orgánica. Todos los animales estaban muertos. La vegetación, por su parte, quedó completamente intacta. A los robots no les quedó otra alternativa que seguir realizando su labor de horticultura, sin esperanzas de ser rescatados, porque los supervisores, luego de evaluar los costos, consideraron la operación innecesaria. Además, corrían el riesgo de introducir la maligna semilla en el planeta Hunix. Los androides aceptaron su destino sin mostrar ninguna reacción emocional. Ellos no habían sido programados para eso.
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