La dimensión (Segunda parte)

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Y en ese momento, lo escuché . Primero fue un leve zumbido, que lograba mimetizarse con mis quejidos de dolor y con el zumbido del aire helado. Pero gradualmente fue aumentando. De a poco, lenta e indefectiblemente, comenzó a taladrarme el cerebro. Ese zumbido, constante y sin variaciones, parecía venir desde frente a mis ojos, de mis dos costados, pero también lo sentía a mis espaldas. Era seguido, abarcaba todo el espacio y se tornaba cada vez más fuerte. Penetrante. Aterrador. Me golpeaba en el interior de la cabeza. Comenzó siendo indescifrable, pasó a ser intimidante y ahora simplemente era un sonido imperturbable, enloquecedor. Se agrandó, me envolvió. Sentí que comenzaba a marearme, a dolerme profundamente la cabeza. Lo poco que podía distinguir del ambiente ahora era borroso, confuso, difuminado. Y el zumbido seguía, implacable, atormentante. Y la oscuridad reinante. Y la soledad. Soledad? Estaba solo realmente?

Mareado, atormentado, adolorido y aterrado intenté, casi por instinto, seguir caminando. Pero era inútil. Nada de lo que yo intentara hacer tenía sentido. En el fondo lo sabía. Comprendí que yo era, simplemente, un punto minúsculo, insignificante, en ese universo de penumbra. Ya no podía sostenerme a mí mismo. Quería llorar, gritar. Irme. No podía soportarlo. Ellos deberían haberme socorrido hace rato, pero me abandonaron. Los odié, de todas las formas posibles que se puede odiar a alguien. Y rendido, exhausto, sintiendo que la muerte se acercaba,  me dejé caer.

Pero no encontré el piso, quizá esperaba eso, pero no fue así. Por el contrario, me vi cayendo velozmente, por una especie de túnel impregnado de aire helado, igual o más oscuro que el aire del exterior. Ya no tenía control de mi cuerpo, simplemente, me dejé ser arrastrado. Yo solamente descendía, siguiendo el curso del oscuro túnel, golpeándome, débil, contra los bordes. No sabía que me esperaba del otro lado. O quién.

Luego de un trayecto que me pareció interminable, caí por fin. Mi golpe contra el suelo fue súbito. El dolor que comencé a sentir fue tremendo. Ahora mis gritos habían dejado de ser quejidos distantes ,para transformarse en un grito continuo, gutural, incesante. Finalmente, luego de arrastrarme en el rocoso suelo, levanté la cabeza e intenté distinguir lo que había a mi alrededor.

No debí hacerlo. Pude notar que me encontraba en un interior, posiblemente una habitación. No había ventanas ni puertas. La oscuridad se había ido, y podía distinguir a mi alrededor. El aspecto de ese cuarto, sin embargo, no ayudó para nada a ilusionarme, Por el contrario , mi miedo aumentó. Las paredes estaban rajadas, el techo plagado de humedad y telas de araña. No pude distinguir de donde provenía la luz que me iluminaba, pero era de un color amarillento, burdo y desagradable.

No me miré demasiado a mí mismo. Solo observé mis manos, mis dedos tajeados y mis uñas negras. El sudor recorría mi rostro. El zumbido había cesado, pero el frío persistía, y se introducía lentamente en mi pecho, haciéndome temblar. Me arrastré, enceguecido, hacia un rincón. No quería moverme, ni tratar de salir. Solo esperaba algo. Algo.

Y ese algo llegó. Lo vi a él.

Comenzó a descender del techo. Pude notar que era el doble de grande que yo. Su cuerpo, simplemente, una masa deforme, aterradora. Poco se distinguían los brazos y las piernas del tronco corporal. Su cuerpo era de un blanco enceguecedor, al igual que su rostro. Ése rostro...

 Al verlo fijo, simplemente atiné a proferir un grito de terror incesante y a cada segundo más fuerte. Quise moverme, correr, pero simplemente mis músculos no respondieron. El se acercaba lentamente desde arriba, mirándome con unos ojos negros y enormes, oscuros y profundos. Y mis gritos no cesaban. No comprendía por qué me estaba sucediendo eso, pero quería que termine. Ese monstruo horrendo se acercaba cada vez más, y no tenía escapatoria. Me había llevado a su hogar. En su rostro blanco y deforme se dibujó una sonrisa enorme, oscura y vacía. Se acercaba y yo no podía evitarlo.

Y volvió, otra vez, el zumbido. Ese zumbido...

Ya yo no podía girar la cabeza tampoco, porque mi cuello no respondía. Estaba paralizado, gritando siempre. Él me miraba. Me estudiaba. Sus enormes ojos sin vida, llenos de vacío, parecían querer lanzarse sobre mí. El ruido era terrible, me aturdía. Sentía que iba a explotarme la cabeza. Noté el aire frío y fétido de su respiración horrenda sobre mi rostro aterrado. Yo cada vez sudaba mas, y mi dolor crecía. Deseé morir. Solo quería irme, alejarme de él.

El corazón se me salía del pecho, el frío calaba mis huesos. Él , casi pegado a mí, me examinaba. Su rostro aterrador, horrible e inexpresivo se clavaba en mi cuerpo. Me llenaba de horror. Estaba a su merced.

Y en ese momento, habló. Luego de bajar sus enormes ojos hacia el suelo, extendió su boca y, mientras el zumbido que parecía un taladro resonante en mi sien se apagaba lentamente, con una voz arrastrada, gutural y aterradora me miró y simplemente me dijo:

- Ya debes dormir.

Y en ese momento simplemente, el dolor creció, hasta transformarse en algo insoportable. El zumbido volvió , mas fuerte y agobiante que nunca. Todo a mi alrededor, incluso ese monstruo, se difuminó. Y yo , gritando, medio muerto, y sin control de mi mismo, comencé a caer en un vacío interminable y profundo, hasta quedar profundamente dormido.

Sin embargo, mi sueño no duró mucho... el golpe en el suelo me despertó.

Miré alrededor. La oscuridad reinaba, y llenaba mis ojos con su profundidad. No pude recordar lo que había pasado antes, solo supe que estaba allí...


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