Amor En Una Noche De soledad

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Era ya la medianoche, venia de casa de casa de Andrea, había discutido con ella. Caminaba rápido, solo quería llegar a casa y dormir un poco. Cuando ya estaba a mitad de camino me encontré con Ángela, era una buena amiga. Ella estaba camino a su casa, me di cuenta de la hora y decidí acompañarla.

Ella al verme me pregunto que me pasaba, le conté lo que había pasado. Ella trato de consolarme, pero no, ella también tenía sus propios problemas. Me conto, entonces, que horas antes había discutido con Kevin, su enamorado. Cuando llegamos a su casa, me invito a pasar y a tomar un café. Entramos y nos dimos cuenta que no había nadie, al parecer sus padres habían salido. Ella fue hacia la cocina, yo me quede en el comedor. Sobre la mesa encontré una invitación para una fiesta.

-          ¿Qué no vas a ir, es hoy? – Le enseñe la tarjeta, ella me vio y sonrió triste.

-          Iba a ir, pero después de discutir con…

-          Vamos, no se diga más. Nos hará bien a los dos – la interrumpí, la idea pareció gustarle.

Después de 30 minutos regrese a su casa, ella ya estaba lista. Tomamos un taxi y nos dirigimos hacia esa extraña, pero divertida fiesta. Al llegar, Andrea me presentó a algunos de sus amigos. Al cabo de un rato, nos pusimos a bailar. Entre bromas, juegos, tragos y risas, el tiempo se nos fue. Ya iban a dar las 6 de la mañana. No faltaba mucho para amanecer.

Decidimos regresar, salimos de la fiesta sin despedirnos de nadie. Antes de llegar a casa, le propuse bajar en un hermoso parque donde ya habíamos ido antes.

Bajamos, y nos sentamos en una de las bancas de en medio. Casi de inmediato Angelá se puso a llorar, los problemas con Kevin en verdad eran graves, y los míos también.

Nos desahogamos, nos contamos nuestros problemas, y nos consolamos mutuamente. Me abrazaste, estabas demasiado triste como para seguir hablando. De pronto, nuestros ojos se encontraron. Nuestros labios se acercaron, estuvieron a punto de unirse, pero no. No era lo correcto. Baje la mirada, y me separe de ti. Pero algo me lo impidió. Tus brazos se apoderaron de mi cuello, acercaste mi rostro al tuyo y fue entonces, cuando besaste mis labios. Entonces el resto del mundo desapareció.

Tal vez no haya sido lo correcto, pero paso. Nuestras penas desaparecieron. Nos tomamos de la manos, dispuesto a regresar a casa.


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