Mano Negra. - Capítulo 6

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- Le cuento cronológicamente. A los 8 años, a mi padre lo ascendieron de puesto en el trabajo y era un conferenciante bastante reconocido a nivel nacional. Mi madre lo acompañaba a todos lados y yo, pues me quedaba con mi abuela. Pero esta cuando tenía 11 falleció. Entonces ahí fue cuando yo corté las alas a mi madre, ya que ella se quedaba conmigo cuidándome mientras mi padre viajaba. 
- Ahá. Siga.


- Cuando cumplí los 16, enviaron a mi padre para dar una conferencia en Canadá. Esta era muy importante y mi padre le suplicó a mi madre que lo acompañara, que así se sentiría más confiado y como yo era mayor, sabía cuidar de mí mismo. Me despedí de ellos y al cabo de dos días me enteré por las noticias de que un vuelo Charter había tenido una avería de motor en pleno vuelo rumbo a Canadá y que todos los pasajeros habían fallecido. A mí el alma se me cayó al suelo. Entonces me mandaron a un Centro de menores hasta que cumplí la mayoría de edad y haciendo dedo conseguí venir a esta ciudad. El resto ya lo sabe.
- Claro, entonces lo que usted busca es estabilidad. Nunca ha tenido una vida estable, feliz como el resto de los chicos de su edad y eso ha inferido en su edad adulta. Como ve todo viene desde su infancia.
- Es verdad, tiene usted razón doctor.

- ¿Sabe?-se levantó el doctor y se dirigió hacia Will-, voy a ayudarlo. Sí, me ha conmovido.
- ¿De veras? ¿Cómo?
- Lo voy a acoger en mi casa.
- No, de verdad que no. No quiero ser un incordio.
- Al revés. Vivo solo y tengo un cuarto de invitados que está abandonado. ¡Quédese Will!

Will indeciso, no sabía lo que hacer. Por una parte era la oportunidad de tener estabilidad y así poder buscar un oficio. Pero por otra, la fatiga de quedarse en una casa con un semi-desconocido, le podía.
- ¿Se va a quedar Will?
- Sí, pero nada más encuentre trabajo le pagaré un alquiler.
- Bueno, eso ya lo veremos. Me alegra que se haya quedado usted.

- Lo único que le voy a pedir es que, si me voy a quedar a vivir, me llame Will, no de usted.
- Ok, Will. ¿Cómo le llamo yo?
- Stevan o doctor, como prefiera. Me llaman de las dos formas. ¿Quiere ver su nuevo dormitorio?

Will siguió al doctor hasta el piso superior y entró en una habitación bastante coqueta. 
- Este es su dormitorio a partir de hoy.
- Muy bonito, me gusta mucho.


- Espero que todo sea de tu agrado y si no te gusta cualquier cosa, no dudes en decírmelo.
- Vale, pero por ahora todo muy bien, gracias.

- Te dejo asearte y arreglarte, yo tengo que ir a hacer unas llamadas, ahora vuelvo.

Al dejar a Will en su cuarto, el doctor se dirigió al teléfono del pasillo y marcó un número.
- ¿Sí?
- Louis, soy el doctor Mcwire. 
- Dígame doctor, ¿que se cuece por ahí?
- Buenas noticias. He encontrado al hombre perfecto.
- ¿De verdad? ¿Estás de broma?
- Sabes que no. ¿Puedes llegarte ahora?
- Ok, en 45 minutos estoy en tu casa.
- Te espero.

Al rato, Will salió de su cuarto totalmente cambiado y con una sonrisa de oreja a oreja. Ding, dong, sonó la puerta y del piso inferior se escuchó al doctor decir:
- Will, ¿puedes abrir? Estoy liado con un asunto importante.
- Claro, enseguida voy.

Sin embargo, al bajar las escaleras y encaminarse a la entrada, la imagen que presenció lo dejó clavado en el sitio.
- ¡NO PUEDE SER!-pensó Will-, estoy perdido...

- ¿Me vas a abrir o me quedo en la puerta? -este comentario sacó de sus pensamientos a Will, que se había quedado parado-.
- Sí, voy.

Una vez abierta la puerta, Will se asustó más todavía al ver que se acercaba este hombre hacia él.
- Es un gusto conocerte. Me llamo Louis. ¿Tú eres?
- Me llamo... Will.
- Encantado Will. He quedado con el doctor, ¿está por ahí?
- Sí, pero me ha dicho que estaba ocupado, que abriera yo.
- Ah, no hay problema. Espero.

El silencio se apoderó de la escena y la tensión era notable hasta que el doctor se incorporó.
- Por lo que veo ya os conocéis.
- Sí, parece un buen muchacho. Tendremos que conocernos más, ¿eh Will?
- Uh sí, sí, claro.

Will se acercó al doctor y le susurró al oído.
- ¿Puedo hablar contigo en privado?
- ¿Para qué? Lo que me tengas que contar a mi lo puedes hacer delante de él.
- Por favor se lo pido...
- Vale, ve entrando al despacho.

El doctor se encaminó hacia el despacho.
- Louis, ya sabes, como en tu casa. Ahora salgo.
- Ok, os espero en el salón.

Ya dentro del despacho, Will comenzó a hablar.
- Con todos mis respetos doctor pero, ¿qué clase de encerrona es esta?
- ¿De qué me hablas?
- Verá, una de las casas a las que entré fue a la de Louis. Le robé un traje, uno idéntico al que lleva puesto hoy.

- Ahh, no tenía ni idea.
- ¿De verdad? ¿O es que me la ha jugado?
- No, confía en mi. Louis te va a ayudar en todo esto. Los dos haremos lo que podamos.

- Muchas gracias, pero yo no estoy seguro ahora de que el sepa que yo le robé. Puede ser que me pregunte donde está su traje. ¿Y ahora qué le respondo? Ay Dios.
- Venga, no te preocupes. No te va a decir nada. Es un hombre muy discreto. ¿Salimos para hablar con él?
- Bueno... -dijo nada convencido Will-.

Salieron de ahí y fueron directos hacia el salón, donde estaba sentado Louis en el sillón.
- Bueno Will -comenzó Louis-, el doctor me ha comentado por encima tu problema. ¿De qué se trata exactamente?
- Verá...
- De tu, por favor Will, -lo interrumpió Louis-.
- Vale, es que mira Louis, me echaron de casa y del trabajo y no tenía nada que hacer entonces empecé a entrar a casas para comer, ducharme, robar ropa... Y ya ha llegado un punto en el que me resulta muy imposible parar.

. . .


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