Era ella una bella dama, sus ojos eran azules y su cabello rizado. Llevaba puesto un fino vestido blanco, tan puro como su alma. Era una bella dama, como cualquiera, con problemas como todos. Ella vivía en las costas del mar peruano, en una pequeña cabaña bastante alejada de la ciudad. Y digo vivía, pues su madre, aquella mañana, había muerto.
En la mañana, cuando el sol estaba por salir, al despertar fue en busca de su madre. Su cuerpo yacía sobre la cama, tan quieta que parecía dormida. Cuando se dio cuenta que no respiraba, ella pensó lo peor.
Lucia, ahora huérfana, no sabía qué hacer. Lloraba desconsoladamente, pero eso no sanaba su alma. Sufría, pues había perdido a la única persona a quien quería. Su madre estaba muerta, había dejado de existir, y ella, nada podía hacer.
En su desconsuelo, salió de su casa y corrió hacia cualquier dirección. Fue así entonces como llego a un gran precipicio que daba hacia el inmenso mar azul, que ella conocía perfectamente. Recordó, entonces, que la tarde anterior estuvo allí con su madre. Ambas buscaban flores en un inmenso campo que cerca allí había.
No soporto más el momento. Se asomó al borde del precipicio, dispuesta a acabar con su corta vida. A sus 15 años, no conocía otro amor, más que el de su madre. Miro hacia abajo. El mar era bravo, sus aguas impactaban furiosas sobre grandes rocas puntiagudas. Sabía que si daba un paso, caería y que estaría junto a su madre, en el cielo.
Tomo valor, y entonces lo hizo. Cerró los ojos aterrada, esperando el impacto de su cuerpo contra las rocas al pie del precipicio. Pero no, no pasó nada. Miro hacia abajo. Vio sorprendida que flotaba, estaba suspendida en el aire. El sol brillaba esplendoroso, miro hacia arriba. Entonces escucho la voz de su madre, ella la llamaba.
En su delirio, alzo una mano tratando de alcanzas esa voz. Siguió caminando, y poco a poco se perdió en el brillo del sol.
Abrió los ojos asustada. Y se dio cuenta que había estaba soñando. Trato de levantarse, se apoyó en la cama. Fui ahí, donde se abrió más los ojos. Se dio cuenta que no estaba en su casa. Miro hacia abajo, y se dio cuenta que flotaba sobre el arrecife cerca la costa, bajo sus pies se encontraba el inmenso mar azul, ella flotaba sobre el océano pacifico.
Un ángel apareció en ese momento frente a ella. Se acercó a ella, y sobre su cabeza puso una fina y hermosa corona. Se inclinó ante ella, en señal de respeto. La ropa de lucia brillo un momento, y se tornó de un celeste muy delicado, igual a las aguas del mar donde ella seguía flotando.
- Buenas tardes tenga usted, majestad alzo la mirada con timidez.
- ¿Quién eres tú? ¿Porque me llamas así? Lucia aun no salía de a su asombro.
- Porque usted es una princesa. Usted es, La Princesa Del Pacifico
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