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Querido amigo, sé que existes. Te escribo desde la más absoluta soledad y escribo para encontrarte. Te fuiste y me dejaste una almohada debajo de las sábanas y que hasta ahora pensaba que eras tu. No te culpo. Ni tampoco me duele el saber la mentira, me duele haber sido ciego y cobarde. Ahora estoy solo. Al menos la almohada me hacía creer que no lo estaba. Ahora no estás, muchos dirían que soy libre, pero sigo buscandote, moriré contigo y miraré entre millones de ojos de todas las personas del mundo sólo para encontrarte, ahora, para toda la vida.
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